El municipio es, pues, una unidad social tan espontánea, tan genuinamente humana en todos los climas, en todas las latitudes y en todos los tiempos, que nos atrevernos a llamarla el substractum social, como la familia es la célula de la vitalidad humana y el individuo el átomo social: sin municipios no puede haber Estados, como sin individuos no puede haber familias, advirtiendo, aunque de pasada, que los municipios no muy numerosos en que las afecciones, el trato continuo que ofrece la facilidad de conocer al vecindario, es el que reúne mejores condiciones de prosperidad, por apreciarse más de cerca la intimidad solidaria de intereses.
Sin instituciones locales-ha dicho Tocqueville-una nación podrá tener un gobierno liberal, pero ella no conoce" el espíritu de la libertad. En el municipio es donde reside la fuerza de los pueblos libres; las instituciones municipales son a la libertad lo que las escuelas primarias a la ciencia; ellas la ponen al alcance del pueblo, ellas le hacen gustar y le habitúan a servirse de ellas como un remedio heroico. Por ellas adquieren los ingleses -según Gladstone- en su selfgovernment, la inteligencia, el juicio y la experiencia política que les hace tan aptos para la libertad; sin ella no podrían conservar sus instituciones centrales. Esta autonomía es la base de la organización norteamericana, la más moderna forma de constitución de un pueblo; esta autonomía, piensa actualmente Inglaterra que debe de ampliarse con las autonomías regionales que tiene en estudio. La revolución francesa, a pesar de haber dado a la humanidad la gran conquista de los derechos del hombre, cometió la falta, cada día más manifiesta, de haber querido fundar la democracia, destruyendo las únicas instituciones que podrían hacerla viable. Y los españoles, al copiar el patrón francés, hemos copiado también este defecto capital.
La armonización entre las corporaciones de distinto grado ha de hacerse por eliminación de las atribuciones que puedan cumplirse por las más Inferiores. Siendo los fines del Estado los provinientes por exclusión de la familia, del municipio, de la región y de la provincia, tienen que ser muy limitados, y de ahí que haya de contrastar su suprema soberanea con su reducida esfera y limitado poder, condensación, clave y residuo de las extensas autonomías inferiores, resultando un Estado que, según S. Mill, será mejor cuanto menos gobierne y cuanto más deje gobernar a regiones, provincia y municipios. De este modo se constituirá el Estado sobre la base de la división del trabajo, de la separación y diferenciación de funciones, y de las distribución de poderes públicos, sin rozamiento de las fuerzas individuales y colectivas de la nación, sobre la variedad en la unidad para constituir la armonía.
Luís Carretero Nieva
Regionalismo castellano
Segovia 1917
Pp. 401-402
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