Parece necesario una vez más aclarar para aquellos demasiado jóvenes que no alcanzan a recordar las verdaderas razones que impulsaron la andadura política de TC (Tierra Comunera - coloquialmente Tierra Cagalera-), que unas de las razones esenciales de dicho partido es justamente la extensión como patrimonio estratégico privilegiado para su utilización política, que parte de antecedentes relativamente lejanos en el tiempo (20 años): J.P. Mañueco y su puja por la extensión, publicaciones de la editorial Riodelaire ( o algo parecido) ect.; en donde se reafirmó una vez más una difusa idea de Castilla que ocultaba León y el antiguo reino de Toledo y añadía si preciso Extremadura , Murcia, Asturias y Cádiz...., muy en la línea por cierto de D. Claudio Sánchez Albornoz .
Concretamente surgió tan temible y expansionista idea a raíz de la creación del estado de las autonomías y ante la postergación evidente en la carrera de las ventajas y del poder, de algunas regiones situadas en el centro peninsular, que en terminología periodística se denominó a veces: “ lo que queda de España”, expresión relativamente acertada en cuanto que muchos nacionalismos exacerbaron su tendencia tribal y plantearon su aspiración a una fiera independencia de la tirana y malvada España, a la vez que aseguraban –¡oh misterio!- que no existía tal nación.
La reacción política ante las asimetrías evidentes pretendió adaptar por mimetismo la forma nacionalista periférica, con relevancia primordial de la lengua; así donde los catalanes ponían el catalán , los gallegos el gallego y los vascos el vascuence artificial unificado , nuestros nacionalistas pancastellanistas propusieron, para asombro de lumbreras, el castellano , lengua universal donde las halla, como hecho diferencial para su nacionalidad de laboratorio ( lo que en principio no excluye a Tucuman de Castilla). Frente a las ventajas industriales , financieras o de situación marítima privilegiada se proponía la extensión de su hipotética Castilla como estratégica como camino de enlace de diversos territorios, es decir una idea de planificación de enfrentamientos propia más bien del estado mayor de un ejército que no de países diferentes, recéptáculos de diversas historias, formas jurídicas de convivencia y lenguas diversas, no siempre bien conservadas, que comprenden en realidad esa estratégica extensión.
Efectivamente se trata de una estrategia de guerra porque todo nacionalismo a la postre se erige contra alguien, necesita enemigos ante los cuales enfrentarse y si posible derrotar; da lo mismo que se trate de las nacionalidades periféricas o la misma España; incluso precisamente atacar a esta última da un toque progre, irreverente y chic que puede homologar un nacionalismo emergente al más delirante de los nacionalismos periféricos.
En realidad examinado con detenimiento las declaraciones y propósitos políticos de la organización en cuestión; procurando no enredarse demasiado con las declamaciones de victimismo y otras jeremiadas indispensables al uso, se descubre claramente que la nacionalidad propuesta no es más que una España en pequeño o Microespaña con capital en Madrid, con temibles pretensiones uniformistas y centralistas, ignorando las diversidades de León y del Reino de Toledo, y alineando sin más discusión la actual Cantabria y la Rioja, proponiendo como en la época franquista al enemigo exterior (las otras Españas como se decía en términos tradicionales) como el siniestro satán al acecho de las esencias eternas del castellanismo. Todo esto capitaneado no por los ciudadanos, sus tierras, sus comunidades y sus concejos, sino por un moderno partido o político o más bien partidillo, o peor aún por un “único” partido político, puesto que los demás partidos nacionalistas pancastellanistas poco o nada tiene que rascar.
Lo preocupante del caso es que realmente tal concepto de la política, del nacionalismo y de las simplificaciones reductoras puede tener realmente un cierto atractivo ante el estado agónico que se encuentra España y Europa (agotamiento de recursos y guerras por los mismos, contaminación de tierras y mares, cambios climáticos, explosión demográfica global, migraciones gigantescas de pueblos abandonados a su suerte, degradación de la política partidaria convencional y otos penosos etcéteras) ; es decir este moderno y expansivo nacionalismo castellano puede tal y como están las cosas erigirse en heredero del españolismo en el centro peninsular, poco preparado culturalmente para advertir la cantidad de falacias que contienen sus proclamas y pretensiones políticas. En realidad y para no engañarse con subterfugios y con los insultos a España y al españolismo que a veces aparecen en los ámbitos de los militantes de este partido, el moderno nacionalismo pancastellanista no es más que un españolismo de la peor especie, de la calaña de la Gran Alemania hitleriana o de la Gran Serbia de Milosevic.
Disponiendo como dispone de algunos medios de propaganda es posible que muchos jóvenes poco ilustrados reciban una idea delirante y perversa de Castilla y los castellano a través de las consignas políticas movilizadoras de los nuevos pancastellanistas, que no es precisamente el mejor antecedente para investigar con serenidad la verdad .
El Señor nos libre de más calamidades
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