miércoles, enero 28, 2009

Ciudadanía, Burgos, Castilla la Vieja (RES)

Ciudadanía, Burgos, Castilla la Vieja

Como era de temer en un lugar de temática castellana se plantea como no podía ser menos el tema de la territorialidad. Muy probablemente los más jóvenes asocian en Burgos la palabra Castilla con la llamada Autonomía de Castilla y León. Ya se han cuidado muy mucho de enfocar en ese sentido los programas de educación o mejor dicho de instrucción de niños y tiernos infantitos; más las 990 horas anuales de televisión basura que ve la población infantil.

Así tenemos que burgalés joven medio –en Burgos “Caput Castellae”- tiene una idea confusa de le que es auténticamente Castilla y su diferencia con León. Y cuando empieza a interesarse por esas cosas, padece una extraña fijación con lo que pasa en otras autorías o regiones: Cataluña, Galicia etc.; o ya en plan más foráneo: Flandes, Bretaña o Escocia.

Originalmente Castilla no fue una Región como las demás, fue una especie de federación de comunidades libres – caso especial que fue el de Castilla , el del País Vasco y Navarra-, dato esencial para enfocar bien la naturaleza de lo que fue Castilla; para instruirse ligeramente en este asunto recomendamos consultar en “ Breviario castellano”: Fijando principios de Luis Carretero Nieva
(http://breviariocastellano.blogspot.com/2005/07/fijando-principios-en-torno-al.html )

Lo más comunitariamente castellano que han hecho los burgaleses es crear un grupo burgalés en primer término y solo a continuación castellano. Ser fiel a la herencia castellana, más que definir extensiones, pertenencias y exclusiones, es desarrollar la comunidad en que se vive. En la mediad en que esas comunidades desarrollen su especificidad social castellana – foralidad, libertad, subsidiariedad, democracia semidirecta o directa según los casos- será el momento de plantear una posible federación, hoy día explícitamente prohibida por la Constitución de 1978, de dudosa longevidad futura.

Por tanto me temo que es mucho más importante cómo restituir la vieja herencia histórica castellana, cuidadosamente arrasada y extirpada a lo largo de siglos, antes de equivocarse acerca de la extensión, la capitalidad, el poder de los partidos políticos; es decir acertando acerca de la intensidad, la subsidiariedad comunitaria, el poder y la participación popular. Cierto que todo esto es políticamente incorrecto.

La palabra restitución la pusieron de moda los ideólogos de la tercera vía –Anthony Guiddens- para referirse a las regiones antecedentes y constituyentes de los actuales estados nacionales que precedieron no obstante a esta, como Castilla precedió a España. Es un hecho que el despojo de los derechos y fueros locales fueron realizados tardíamente en Europa por monarquías inicialmente tradicionales pero ya volcadas en su ocaso hacia el absolutismo y supuestamente hacia la ilustración; La revolución francesa con el estado nacional moderno fue el culmen: ¡fuera parlamentos locales, legislaciones forales! y peculiaridades seculares! Curiosamente las actuales reivindicaciones regionales mucho más que a la restitución tienden por nuestros pagos al nacionalismo, es decir a la versión política estatal moderna que liquidó el viejo orden de cosas, aunque algunos políticos nacionalistas con cinismo sin igual pretenden justificarse con los fueros del pasado.

Así en España se tiene ya una variad colección de micronacionalismos a cual más radical, cuyas características convergen en la existencia de una o varios partidos fieramente nacionalistas, con pretensiones ilimitadas de acumulación de poder, aspiración a una independencia agreste y belicosidad más que potencial. El nacionalismo ha dado lugar en los tiempos modernos a las guerras más sangrientas que se recuerda en la historia y no parece que la cosa tenga visos de calmarse. Cuanto menos cabe decir que el nacionalismo no ayuda en absoluto a la cooperación de los pueblos. Incluso su actual declive se hace a favor de una nación mundial y no de otra superación posible de la discordia.

En franca recesión la religión tradicional, la nueva religión del nacionalismo ha tomado el relevo con los bríos del neófito con todo un acervo de dogmas, ritos, festividades, iconos, enseñas, estandartes y todo un fárrago de obras y pompas e inquisiciones que por exclusión ha delimitado las fronteras admisibles para herejes e infieles, umbral siniestro que detecta la trasgresión de los límites inmutables de la identidad nacionalista; sacrilegio que puede incluso llegar a ser merecedor de un sacrificio expiatorio sangriento.

También en Castilla se han dado síntomas iniciales de tales imponencias, en los escasos deslices más o menos nacionalistas que en algún caso se han producido: que si bandera, que si himno, que si capital –lejos de nosotros Valladolid-, que si día de la patria; que nos trae a la memoria con inquietud esos aberri-eguna de los vecinos del norte en que con su profusión de banderitas y discursos energuménicos no dejan de tener un parentesco siniestro - en versión un poco campestre y de picnic- de las concentraciones nazis de Nüremberg. No resulta nada fácil entender en que cambiarían las cosas si la alternativa a la actual autonomía de C. Y L. es una nueva autonomía de distinta extensión geográfica pero con otra capital, otro centralismo y otra concentración de poderes varios, en suma una mal sucedáneo de estada nacional en pequeño, que es lo que la tendencia hacia la que se encaminan las actuales autonomías. ¿Quién serán entonces los sorianos de turno?

Llama la atención como los ciudadanos de la actual autonomía de Cantabria, territorio históricamente castellano, han sido instruidos acerca de su propia autonomía en el sentido de un país surgido de las brumas de la prehistoria, carente de relaciones y de historia con Castilla, a la que consideran extraña, hostil e imperialista; es más su idea de Castilla es la idea más bien confusa de las actuales autonomías de Castilla y León , Castilla la Mancha y la Compañía Wagons Lits de los Grandes Expresos Europeos, con todo lo cual más bien pretende tener poco o nada que ver, y mucho menos a renunciar a sus actuales cotas de soberanía a favor de Valladolid. No faltan jóvenes de las nuevas generaciones cántabras, no demasiado ilustrados, que desafían retadores su inclusión como castellanos. Por lo tanto me parece un error lamentable y una lastimosa pérdida de tiempo insistir en la castellanidad o no castellanidad de tal o cual territorio, sobre todo cuando la idea de Castilla de la que se parte es más bien una fábula estrafalaria. Decía Anselmo Carretero que en un cierto sentido el orden territorial autonómico más castellano es paradójicamente el de Rioja y Cantabria, viejos territorios castellanos donde hoy día no se quiere ni oír hablar de Castilla.

El nacionalismo moderno es la conclusión fatal del agotamiento del antiguo régimen, en que la autoridad espiritual era único fundamento del poder temporal, pese a las transgresiones –a veces frecuentes- de dicho orden tradicional. Desaparecida la autoridad espiritual solo ha quedado el polo del poder temporal, que por su naturaleza tiende a la acumulación sin límites. Esta enormidad llega incluso a crear espejismos delirantes, tales los identitarios que pululan por diversos territorios europeos, que pontifican acerca del recrudecimiento de los micronacionalismos como panacea frente a la decadencia demográfica, cultural, racial y moral de Europa, con sus secuelas de inmigración invasiva, islamismo violento y empobrecimiento previsible; sin sospechar que los males que señalan fueron consecuencia de la substitución del antiguo orden político tradicional por la modernez nacionalista descreída, laica y golosa de poder.

Es conveniente plantear en que medida es posible poner coto y hacer frente a los excesos del moderno poder político en el dudoso supuesto que ello sea posible sin fundamentar el orden social en una autoridad espiritual, sobre todo en lo que se refiere a reunir lo disperso, que hace difícil el tan alegremente postulado federalismo ; no resulta alentadora la visón de un futuro con nutridas masas de borregos siguiendo a los líderes de turno - ejerciendo la labor de perros pastores-, ya sin apenas ovejas negras, y quien sabe si por meta final algún inédito matadero.

No es del todo disparatado suponer que muy en el fondo del hombre se encuentra un anhelo de libertad que difícilmente puede colmar el engranaje de la cotidianidad; en tiempos de menos definiciones y dogmas sociales ese anhelo empujaba al pueblo a ensayar su propio espacio de vida, libre en lo posible de coerciones, pechos, y sometimientos sin cuento; tal era la noción de fuero, que Isidoro Tejero Cobos define escuetamente:

El fuero nace como un derecho del pueblo a gobernarse a sí mismo.
(Patria Castilla, Isidoro Tejero Cobos)

También ahora es el momento de recuperar unos espacios arrebatados por organizaciones políticas, por organizaciones sindicales, por engranajes burocráticos, por medios de comunicación, por poderosos oligopolios y sobre todo por la dejadez e irresponsabilidad ciudadana, a la que seduce más el calor del establo que el riesgo de la propia responsabilidad y de la propia socialidad activa.

1º- Un espacio a recuperar es la propia decisión del ciudadano sin intermediarios. Es bien conocido el argumento de la imposibilidad práctica de reunir en un local a todos los ciudadanos para ejercer la democracia directa, de donde surgió en la Edad Media la conveniencia de nombrar representantes titulares de un mandato imperativo y perpetuamente revocable por los electores. Frente a ello surgió en la edad moderna con la revolución francesa la idea de un mandato representativo, cuyo titular es libre de actuar como le parezca en orden a desarrollar la voluntad general, corolario recogido en el moderno derecho político; con lo cual desaparecían los contrapoderes de las libertades e instituciones locales y de los electores en general. El jacobinismo argüía que una vez desaparecido el despotismo del antiguo régimen, eran innecesarios los contrapoderes de las libertades locales. Ciertamente la grandeza de la desaparición del antiguo despotismo trajo algo bastante peor: crímenes masivos, guerras de exterminios de pueblos enteros ( La Véndée, Chouans), masacres multitudinarias (Lyon), las guerras –napoleónicas- más sangrientas que hasta entonces conoció la humanidad y otros etcéteras; el ensayo de liberación supuso del orden de 650.000 crímenes (Memorial des guerres de Vendée a La Chapelle Basse) ; algo jamás visto ni de lejos en toda la historia del llamado despotismo medieval. En aquellos tiempos aun no se conocía bien el peligro que puede hacer correr a las libertades individuales una asamblea o una administración central. Queda pues por recuperar el terreno del mandato imperativo o democracia participativa frente al mero tinglado representativo.

(http://breviariocastellano.blogspot.com/2007/03/representacin.html )

2º- Otro espacio a restaurar es el poder del elector de introducir directamente un cambio en el dominio de la competencia del poder elegida, como medio de contrapoder contra una mayoría política o poder del que se desconfía.

En el caso que esta iniciativa se refiera a personas se denomina derecho de revocación que permite someter al voto del pueblo una iniciativa popular reclamando la destitución de autoridades tales como el parlamento, el consistorio municipal, el gobierno, y de una manera más general todas las autoridades elegidas por el pueblo, e incluso otras (funcionarios, jueces), fiscales).
(http://breviariocastellano.blogspot.com/2007/03/iniciativa-legislativa-popular.html )

3º- Otro singular espacio a restaurar es el referéndum. El referéndum popular es un derecho gracias al cual el pueblo tiene la posibilidad de que los poderes delegados a sus representantes elegidos no se le escapen. El derecho de referéndum popular tiene diversas modalidades, la más importante de las cuales es el referéndum financiero que somete a la decisión del pueblo los gastos públicos importantes; está también el referéndum contra el otorgamiento de concesiones, referéndum de revocación de un parlamento o asamblea , referéndum de revocación de un gobierno, o de una manera más general de cualquiera de las autoridades elegidas por el pueblo o de otros poderes (v.g. jueces).

Mediante la iniciativa legislativa popular y el referéndum, es el pueblo y no los partidos políticos los que tienen la primera y la última palabra en las cuestiones importantes. Ambos mecanismos conforman lo que se llama la democracia semidirecta. El ciudadano se reserva siempre para decir la última palabra por el referéndum, y eventualmente la primera por la iniciativa

(http://breviariocastellano.blogspot.com/2007/03/referendum-los-referndum-que-se.html )

4º- Más espacio a restaurar: el juicio de residencia; Es muy probable que nadie o casi nadie sepa hoy en día que es eso de juicio de residencia, que en realidad no consistía más en un procedimiento mediante el que el rey – entonces suprema instancia judicial- examinaba a todas las autoridades al fin de su mandato para ver como iba la cosa de la honradez, o también eventualmente antes de prorrogar un nuevo mandato.

(http://breviariocastellano.blogspot.com/2007/03/eso-del-juicio-de-residencia.html )

5º- Espacio de subsidiaridad. Las instancias sociales y políticas de abajo son las que voluntariamente ceden por acuerdo o pacto competencias a las instancias intermedias y superiores, sin que nunca una instancia secundaria tenga competencias propias de una instancia primaria. Lo primario antes que lo secundario, el hombre –ciudadano, vecino, colega, familiar- antes que el partido. Hay que recordara que Castilla en su origen era una instancia secundaria con relación a las comunidades que la componían

6º - De una manera general los espacios de los puntos anteriores conforman lo que se denomina soberanía social, que es una manera de referirse a campos tales como: el poder social, poder de revocación, poder verificativo de la sociedad, democracia semidirecta y algún que otro nombre. Últimamente solo se conserva este término en el pensamiento conservador o en el ideario carlista. De una manera general el progresismo está más bien por la manada de borregos sumisa.

(http://breviariocastellano.blogspot.com/2007/03/algo-sobre-la-soberana-social.html )

7º Ámbito de la presencia intermedia. La distancia elimina el sentido de comunidad, la empatía y confianza social. Esta confianza es la que permite la colegiación de las decisiones y la rotación de cargos ( las siete veces al día de las behetrías de mar a mar) y su reducción en lo posible a cargos cuasi honoríficos. Esta función de presencia de los cuerpos intermedios es una delimitación entre el poder político y el poder social, es decir el presupuesto necesario de la restitución de la soberanía social, que poco tiene que ver con los alevines de estado que son las actuales autonomías.

(http://breviariocastellano.blogspot.com/2007/05/miscelanea-abulensica-2-guerras.html )

8º Ámbito o espacio de la Federación o pacto. Del pacto interior vitalmente mantenido por la comunidad y su consejo, puede surgir el pacto exterior o federación con las comunidades próximas más o menos afines.

( http://breviariocastellano.blogspot.com/2005/12/federalismo-desde-una-perspectiva.html)
9º Espacio foral. El fuero representa el reconocimiento del derecho preferente e inviolable de la persona humana y de sus asociaciones naturales de carácter territorial o institucional a ser respetadas en su intimidad y en las atribuciones que le son necesarias para el cumplimiento de sus fines privativos. El primer fuero es el del hombre en cuanto la dignidad de su persona así lo exige. Los derechos personales del hombre son fundamento de su libertad. Frente al derecho omnipotente del Estado, tal como lo formula la democracia (ley de las mayorías) o el totalitarismo (de signo marxista o fascista), el principio de la soberanía social debe ser respetada por la soberanía política del Estado, lo que equivale al fuero y a los principios de subsidiaridad y de los cuerpos intermedios del derecho público.

(http://breviariocastellano.blogspot.com/2009/01/fueros-ctc.html )

Existen naturalmente otros espacios a recupera de tipo pragmático que pueden referirse a economía, transportes, educación, vivienda, trabajo, agricultura, comercio y otros muchos etcéteras, pero que en absoluto tienen la misma importancia en lo que se refiere a la libertad del elector que los anteriormente mencionados. Pues bien, suele suceder que estos últimos espacios son los que acaparan la atención de las organizaciones políticas, y ni siquiera con carácter exhaustivo; ciertamente que es políticamente mucho más correcto que los anteriores espacios enumerados que sencillamente hoy por hoy no los tolera el sistema político constituido.

Incluso hay partidos emergentes –o con pretensión de tales- que pretenden a partir de ellos una ascensión inédita, sin darse cuenta que todas esas reivindicaciones son perfectamente asumibles por el sistema, y que en caso de confrontación seria con los partidos establecidos no durarían ni cinco minutos en lid; en el sentido de que estos últimos multiplicarían por tres la oferta y asegurarían que tendrían el respaldo de la Junta o de Madrid para llevar a cabo la jauja prometida.

A la vista de esta perspectiva de restauración de espacios conviene replantearse el sentido que tiene lo castellano y sus símbolos:

· Bandera : el pendón de la comunidad en primer lugar y luego el pendón real castellano.

· Capital: la cabeza del ciudadano castellano y luego su localidad.

· Día de Castilla: el día de triunfo de una iniciativa popular o un referéndum.

· Identidad castellana: 'soy castellano no porque hable la misma lengua, ni tenga la misma religión, ni la misma opinión política y social que los demás castellanos, ni tampoco porque los ame, ni tan siquiera porque los conozca o les entienda, sino porque pertenezco a un país llamado Castilla que me permite a la vez ser castellano y como yo quiero ser.

Ahora les toca a los castellanos decidir que quieren ser o si más bien quieren dejar de ser, igual que desaparecieron los antiguos y sabrosos cangrejos de río de los campos castellanos. Gloriosas civilizaciones como los hititas, o los atlantes desaparecieron sin dejar apenas rastro; sería curioso saber que rastro quedará de Castilla cuando desaparezca. ¡Si al menos quedara la catedral de Burgos, la iglesia de San Vicente de Ávila, o la iglesia de Sotosalbos en Segovia!.

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