El pueblo castellano ha perdido la memoria de su verdadero pasado y la conciencia de su personalidad, e ignorándose a sí mismo permanece enajenado, a disposición de todos los expoliadores, entre los que ha ocupado un lugar preferente el Estado español en sus diversas versiones históricas. Finalmente, hemos asistido a su desmembración en siete trozos en estos años de la democracia y las comunidades autónomas: La Montaña Cantábrica; el territorio castellano de Castilla y León, de Castilla La Mancha, de Cáceres; la provincia de Madrid, La Rioja, y la comarca de Requena-Utiel en la actual Valencia.
No faltó una fuerte oposición, especialmente en la provincia de León y también en la de Segovia, que fue ignorada en los últimos días de la UCD en el caso de León. En el caso de Segovia, fue más grave. A pesar de que el pronunciamiento de los ayuntamientos fue contrario a su integración en la Preautonomía de Castilla y León, fue integrada en dicha autonomía por Real Decreto de Felipe González apenas tomó posesión del Gobierno por el Partido Socialista, alegando el interés del Estado: Había que cerrar, de la forma que fuera, el proceso de la configuración autonómica.
La voz de movimientos castellanistas, especialmente de Comunidad Castellana, se levantó clara y diáfana reclamando tiempo para la recuperación de la conciencia, sin que las prisas por solucionar el problema Vasco y Catalán tuvieran que precipitar las cosas. Para que un pueblo viva es necesario que recupere la conciencia histórica, base de su identidad.
Una constante básica del pensamiento de tierra CASTELLANA, siguiendo a los más clarividentes regionalistas castellanos representados por Luis Carretero Nieva y su hijo Anselmo Carretero Jiménez, es la tesis de que León y Castilla son dos identidades diferentes. No hay que olvidar nunca que Castilla es la palabra que surgió para dar nombre a una nación engendrada en el seno del reino de León y emancipada después de su poder. No hay que olvidar que Castilla se agregó nuevamente al reino leonés y que volvió a separarse de él varias veces. No hay que olvidar que Castilla es la palabra que sirvió posteriormente para designar a un conjunto de pueblos y reinos agregados, pero cometiendo la impropiedad de aplicar al todo el nombre de una parte, cuando se llama Castilla a la Corona de Castilla que abarcaba el reino de León, con Asturias y Galicia y Extremadura; el reino de Castilla con los Señoríos de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava; así como los reinos de Toledo, Murcia, Jaén, Granada y Sevilla, etc. A todo estos territorios y pueblos se llama frecuentemente Castilla, sin embargo se está hablando de la Corona que los engloba a todos (las Coronas unidas de Castilla y León).
Castilla necesita descubrir su ser y razón. Despertar al conocimiento de nosotros mismos, de nuestra identidad de pueblo. Rescatar nuestra genuina tradición popular y democrática; recuperar la Castilla auténtica y promover su desarrollo cultural y vital. Y, además, desde esa posición, en conjunción igual y fraterna con los otros pueblos de España, llevar a efecto la construcción de una comunidad nacional española cada vez más libre, progresiva, fecunda y solidaria.
La actual división autonómica ha negado a Castilla lo que le correspondía por la Constitución, formar su propia comunidad autónoma, toda y sola Castilla, sin mezclas ni confusiones, con el mismo derecho que las demás Comunidades históricas. Tenía, y tiene derecho, a que se cumpla el precepto constitucional que habla de “proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, culturas y tradiciones, lenguas e instituciones”, como reza la Constitución en su preámbulo; idea reiterada en el artículo 2 que reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que integran España.
La campaña publicitaria en pro de la autonomía de las nuevas regiones castellano-leonesa, Castellano-Manchega, etc. se hizo sin respetar ese mandato constitucional, pues no reconoce el derecho de Castilla a formar su propia Comunidad autónoma, so pretexto de la necesidad de modernizar el país sin perder tiempo en “vanos historicismos”. En tales circunstancias, argumentaban estos modernizadores, la definición de la identidad histórica y del territorio geográfico de la región debía excluirse en aras del progreso ante las necesidades urgentes del desarrollo de la economía regional a nivel europeo.
Sin embargo, la defensa de Castilla – como la de cualquier otra nacionalidad o región histórica- en cuanto entidad autónoma en el conjunto de los pueblos de España, no puede plantearse en términos exclusivamente económicos, presentándola con las ventajas y los inconvenientes de un proyecto financiero. No se puede negociar la identidad y los sentimientos regionales en el mercado político. Los castellanos tenemos derecho a amar nuestra región, y a trabajar por un progreso y desarrollo manteniendo nuestra propia personalidad y cultura.
Inocente García de Andrés
Socio fundador de tierra CASTELLANA
Miembro fundador de Comunidad Castellana.
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