jueves, agosto 09, 2007

VIVIIR EN SEGOVIA. Carlos Arnanz Ruiz

VIVIR EN SEGOVIA

El anónimo autor del POEMA DE FERNÁN GONZÁLEZ
no repara en proclamar que “de toda Spanna Castyella es mejor”
y dentro de Castyella “la Montanna” (de Burgos), es decir:
Santander.

Habitante de la Aldea Global pero avecindado en Segovia y a
diferencia del autor citado, afirmo que “de toda Castilla,
Segovia es mejor”; preferencia debida más a razones subjetivas
que a la querencia de cuna en que presumiblemente coincidimos
ambos.

Vivir en Segovia ha sido para mí y lo sigue siendo, un suceso
trascendente. Segovia es mejor porque así lo he decidido en un
deliberado ejercicio de libertad coherente con el significado de
mi propio nombre Carlos, del germánico Karl, hombre libre.
Debo subrayar, sin embargo, que mi nacimiento en Segovia
fue fortuito (pudo ser en Madrid donde vivía mi abuela
materna), aunque en esta ciudad y en otros lugares de su
provincia vieran la luz antes que yo mis padres, mis abuelos y
un largo etcétera que se retrotrae a varios siglos.

Vivir en Segovia me ha deparado alegrías y penas. La mayor
de las alegrías, pertenecer a una colectividad de muy honda
raigambre histórica como es Castilla y de la que Segovia forma
parte. Precisamente en la mayor creación que llevó a cabo esta
comunidad y cual es su propia lengua, escribo estas líneas que
brotan sentidas, sinceras y un tanto apasionadas.

La mayor de las tristezas, ver a Castilla ay con ella a Segovia,
sumidas en una formidable ceremonia de la confusión en la que
interesados oficiantes reiteran disparatados señuelos que se
disuelven en su propia falsedad.

La entronización del esperpento podría ser hasta divertida de
no estar en peligro la desaparición de uno de los pueblos, el
castellano,
mas significativos de España y aun de Europa. Y
mientras que con mejor o peor acierto caminan hacia el futuro
los demás pueblos de España, Castilla y con ella Segovia, se
aprecian trastabilladas y lo que es peor, fragmentadas y mudas,
víctimas de su propia amnesia.

Sobre las cabezas de los castellanos planean flagrantes
condenas que hipotecan no ya su presente, sino también su
futuro. La cultura castellana sumida en amalgamas bien
dispares, propende a disiparse hasta el punto de que ya no se
dice castellano a nuestra lengua, sino español.

Vivir en Segovia me permite asistir atónito a la dócil
sumisión de los castellanos en numerosos aspectos que
dependen de unas estructuras oligárquicas que han
desnaturalizado el sentido de sus tradicionales libertades que
tanto tuvieron que ver con la lucha contra la injusticia, el
desafuero o la iniquidad.

El panorama no puede ser más desolador. Vivir en Segovia
lleva implícito morir en Segovia. Cualquier segoviano
consciente detecta al instante la desorientación de esta provincia
en una región inventada que ni es León ni es Castilla y en la que
fue metida, no se olvide, a la fuerza.

El pesimismo y la ignorancia hacen que del árbol caído otros
hagan leña. Y devaluada la verdadera personalidad del pueblo
castellano en general y del segoviano en particular, permítaseme
pensar a gritos en la creencia de que estos difícilmente van a ser
escuchados.

C.A.R.

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