lunes, marzo 05, 2007

Ha muerto Anselmo Carretero: Paradigma del Exilio Ilustrado

El pasado día 22 de mayo fallecía en México a los 94 años de edad Anselmo Carretero y Jiménez. Una nota necrológica en los principales diarios de tirada nacional, más o menos extensa según los casos, es todo lo que mereció este hombre que, lamentablemente, resultará un perfecto desconocido para la gran mayoría. Y sin embargo estamos hablando de uno de los más preclaros intelectuales del exilio español, uno de los últimos representantes de toda una generación que se vio obligada a exiliarse a lejanas tierras donde generosamente les acogieron y donde ellos entregaron lo mejor que poseían. Un valiosísimo caudal de inteligencia y sabiduría al que dimos la espalda durante la transición democrática y que, por ley de vida, se ha ido extinguiendo de forma lenta e inexorable. Como la de tantos otros, esta es la historia de Anselmo Carretero, un intelectual, considerado por César González-Calero como “paradigma del exilio ilustrado”. De algún modo, España reconoció su ingente labor, cuando el 9 de febrero del año 2000 le fue entregada por el embajador de España en México la Orden del Mérito Civil en el grado de Encomienda, concedida por su labor ensayística en el campo de la historia y el pensamiento político y por su actividad profesional en la ingeniería civil, en la que alcanzó un gran prestigio en su país de adopción.

Anselmo Carretero, nació en Segovia en 1908. Hijo de Luis Carretero Nieva, cuando sólo contaba diez años su padre publicó “La cuestión regional de Castilla La Vieja”, un profundo estudio sobre las raíces y la identidad de Castilla, realizado a requerimiento de la Sociedad Económica Segoviana de Amigos del País, que le ha valido para ser considerado como el “padre del regionalismo castellano”. Militante socialista desde los 18 años y miembro fundador de la FUE en Madrid, Carretero vive sus años universitarios (1924-1932) en la Residencia de Estudiantes, mientras cursa estudios de ingeniería industrial. Allí conoce, entre otros, a Buñuel, Lorca y Dalí. En 1934 marcha a Alemania donde realiza estudios de postgrado. El levantamiento militar del 18 de julio le sorprende en México, de donde regresa de forma inmediata. Durante la guerra colabora con el Ministerio de Estado, primero en el departamento de “Cifra y Claves”, donde le enviaron, según él, “por saber algo de idiomas”. Después, en el Departamento de Información Diplomática. En este tiempo estuvo en contacto con agentes del KGB lo que le permitió conocer muy de cerca la realidad de la Unión Soviética y su influencia en la contienda española.

Terminada la guerra explicaría: “Teóricamente la URSS ayudó mucho a la República, pero en realidad pretendían llevar la guerra más a favor de Stalin y nos vendieron armas malas y caras, que hubo que pagar en oro”. Su experiencia personal determina una evolución de sus ideas de juventud y deja de defender la fusión de los socialistas con el Partido Comunista y de confiar en la revolución soviética como el motor del cambio de la historia del mundo. En abril de 1937, durante la defensa de Madrid, pierde a su único hermano, Ricardo, ingeniero industrial, como él y como su padre.

En 1939 marcha a Francia con sus padres, embarcando con rumbo a México, aprovechando la acogida que el general Lázaro Cárdenas brindó a los exiliados españoles que huían de la dictadura del general Franco y al que el ayuntamiento de Alcalá ha querido reconocer con una fuente monumento en una rotonda de la avenida de Meco. Tras desembarcar en el puerto de Veracruz, se gana la vida impartiendo clases de Física y Matemáticas para, después, marchar al perdido pueblo de Holcatzin, en la selva maya de Campeche, donde dirigirá una explotación agrícola. Entre ceibas frondosas e indígenas que apenas chapurreaban algo de castellano, es donde decide retomar la labor iniciada por su padre y elabora su primer artículo sobre Castilla, coincidiendo con el milenario de la creación del condado y de su independencia del reino de León.
En 1946 participa activamente en la creación del grupo “Las Españas”, junto con Manuel Andújar, José Ramón Arana, José Puche Planas y José Torres Valbuena, que edita la revista literaria del mismo nombre y pronto que se convirtió en una de las voces más destacadas y autorizadas del exilio español, donde se podía leer a León Felipe, a José Bergamín y a Pedro Salinas, entre otros. La labor editorial de “Las Españas” en sus dos décadas de actividad fue extraordinariamente fecunda. Carretero también es socio fundador del Ateneo Español de México, centro al que hasta unos meses seguía acudiendo con un libro bajo el brazo que donaba a la biblioteca.

Carretero se dedicó de forma decisiva a estudiar los procesos históricos que forjaron los diferente pueblos que integran las realidad de España e indagó sobre las raíces democráticas y federales de España, lo que le llevó a defender la idea de España como el proceso resultante de las relaciones entre nacionalidades o “España, nación de naciones”, concepto acuñado por él mismo, en la línea auspiciada por el historiador catalán Bosch Gimpera, quien prologó su primer libro. Su pensamiento queda perfectamente reflejado y explicado en sus libros y estudios: “Las nacionalidades españolas” (publicado en México en 1952 y que en realidad es una edición ampliada y anotada de la obra del mismo título de su padre, Luis, publicada por “Las Españas” en 1948), “La integración nacional de las Españas” (1957), “La personalidad de Castilla en el conjunto de los pueblos hispánicos” (1960), “Las nacionalidades Ibéricas” (1962), “Los pueblos de España y las naciones de Europa” (1967), “España y Europa” (Valencia: Fomento, 1971), “Los pueblos de España” (Barcelona: Hacer, 1980), “El antiguo reino de León” (Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1994) y el último de todos ellos “Castilla, orígenes, auge y ocaso de una nacionalidad” (México: Porrúa, 1996). Estos estudios le sitúan como la máxima autoridad en el estudio de las nacionalidades de España y en uno de los más preclaros e inteligentes defensores del federalismo español. Sus ideas, sin embargo, no encontraron demasiado eco en su propio partido, muy mediatizado por ese tradicional jacobinismo de la izquierda española, y no recibieron el respaldo esperado en los diferentes congresos del PSOE donde las presentó. Pese a ello, a nivel personal fueron muy bien valoradas por socialistas como Jordi Solé Tura, quien no duda en considerarle “maestro” o Francisco Tomás y Valiente, con el que le unió una gran amistad hasta su asesinato por ETA.

Especial atención requieren sus investigaciones sobre los orígenes de Castilla, en los que sigue el planteamiento teórico iniciado por su padre y que queda de manifiesto en su obra, en la que se nos muestra como uno de los principales sostenedores, sino el principal, de las tesis que rechazan la visión de Castilla como fuerza motriz en el surgimiento del imperio Español, historiografía que tiene su cenit en Menéndez y Pelayo, así como a la idea de "lo castellano" como esencia de una "ideología española", popularizada por la generación del 98. Muy al contrario, a través de una rigurosa y exhaustiva investigación de los orígenes de Castilla, la obra de Carretero ahonda en las raíces democráticas y comunales de Castilla, raíces que perfilaron estructuras socio-políticas con un marcado carácter igualitario y que pervivieron intensamente hasta la llegada de los Austrias, e incluso posteriormente en organizaciones como las Comunidades de Villa y Tierra.
Hace unos días le comenté la muerte de Carretero a un amigo, militante de uno de estos partidos nacionalistas castellanos que ahora parecen rebrotar con cierto brío, pero que, desconociendo las señas de identidad de los diferentes pueblos de España confunden a Castilla con la corona de Castilla y defienden como castellano un territorio que abarca desde Ponferrada hasta Puertollano, desde Fermoselle hasta Hellín. Su respuesta -¿y quién es ése?- me enfrentó a la cruda realidad de un castellanismo ignorante de su propia historia. El acceso a la mayoría de sus obras, por razones obvias, no resulta nada fácil, pero a estos “neo leoneses-castellanos-toledanos-manchegos” y a todos los interesados en un conocimiento profundo de las Españas, alejados de patrioterismos baratos y de secesionismos fundamentados en dogmas inamovibles, les recomiendo encarecidamente la lectura de sus libros. Hay quienes, como Pedro Altares, defienden que “la obra de Anselmo Carretero debería ser de lectura en las escuelas de España”. Afortunadamente, los alcalaínos tenemos el privilegio de poder acceder a ella, ya que Carretero donó toda su biblioteca, especializada fundamentalmente en el socialismo español, en el federalismo y en la historia de Castilla, a la Fundación Pablo Iglesias, establecida desde hace unos meses en Alcalá, en un histórico edificio de la calle Colegios rehabilitado por la universidad para tal fin. Puede que si algunos hacen este esfuerzo, quizás un día dejen de oírse sandeces del tipo “Alcalá es casi castellana”, fruto de una confusa identificación de La Mancha con Castilla, como las que el pasado 6 de mayo se hicieron eco las páginas de DIARIO DE ALCALÁ.

Manuel Vicente Sanchez-Moltó (Diario de Alcalá, Viernes 7 de Julio de 2002)

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