El presidente del Gobierno, don Felipe González, ha declarado recientemente en París que el Estado de las autonomías, es un proyecto histórico en el que se respeta la unidad nacional y se reconoce, a la vez, El DERECHO DE LOS PUEBLOS QUE INTEGRAN ESPAÑA A SU DIVERSIDAD.
Tiene razón el señor González, si atendemos a la concepción plasmada en la Constitución española; pero la ejecución de ese proyecto, por lo que se refiere concretamente a los pueblos de León y de Castilla, tal y como pretende electuario la clase política dominante, suscita una grave y preocupada reflexión.
¿Qué entiende el señor González por «los pueblos que integran España»? Ciertamente España es una comunidad de pueblos, o de regiones, con sus peculiaridades históricas y culturales, con sus tradiciones y manera de ser, con esa hermosa diversidad que enriquece y potencia el acervo de la Nación española, nuestra patria común.
Esos diversos pueblos de España -conviene que no lo olviden los dirigentes nacionales y ciertos periódicos de Madrid, como por ejemplo «El País» -no son solamente, como parecen creer algunos, el pueblo catalán o el vasco o el andaluz. Uno de esos pueblos, es también, EL CASTELLANO, y otro, muy importante y significativo, EL LEONES.
León y Castilla, en efecto, existen como pueblos diferenciados, como dos regiones definidas -bien presentadas en sendos cuarteles del escudo nacional-; y así han sido siempre reconocidos, y lo hemos aprendido los españoles, generación tras generación, en los libros de geografía de España, hasta que en los últimos tiempos ciertos políticos han venido a confundirnos con este amasijo «castellano-leonés», arbitraria invención para hacernos comulgar con ruedas de molino.
Los pueblos de León y de Castilla tienen perfecto derecho a verse respetados como identidades diferenciadas; a la protección -como garantiza el preámbulo de la Constitución española- de sus culturas, tradiciones e instituciones peculiares, y a que se reconozca su derecho constitucional a integrarse en comunidades autónomas propias -la leonesa y la castellana- como los demás pueblos de España.
«El País» -acreditado portavoz de la cultura centralista, habitualmente desconocedora, por la obnubilación de su complejo de superioridad, de las realidades españolas que no están en Madrid -se han empecinado en no querer entender que León y Castilla existen y que son identidades regionales bien caracterizadas en el conjunto español. Para «El País» (editorial 1-2-83), las únicas regiones significativas y con identidad son las
«El País» resuelve el problema que plantea la generalizada protesta del pueblo de León contra el ente híbrido de «Castilla-León» atribuyéndolo a una disputa entre dos familias de políticos leoneses. Y ese periódico «
Frente a la incomprensión del Poder centralista, y a la imposición de la camisa de fuerza «castellano-leonesa», los pueblos de León y de Castilla -téngalo presente los que nos atropellan- no se resignarán.
Castilla nº 18 enero-febrero 1983
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