LA CULTURA Y EL IDIOMA
Ya hemos visto que las bases principales de la cultura y la lengua de la monarquía asturiana estaban en la herencia hispanogoda, reforzada por las aportaciones mozárabes, y que la lengua que se habló en la corte de Oviedo era continuación del habla cortesana de Toledo. Ese idioma de estirpe hispanogoda es el que la monarquía asturiana transmitió a la corona leonesa cuando Ordoño II estableció la capital en León; idioma que se parecía más al gallego que al castellano.
En el mapa lingüístico actual de la Península Ibérica, el gallego y el portugués, al occidente, y el catalán, al oriente, están aislados entre sí por el amplio territorio del castellano. Muy diferente era este mapa en los comienzos de las nacionalidades peninsulares. Según Menéndez Pidal, esos dos extremos se acercaban más por el norte y se unían en el centro y el sur. Tanto en la corte como en las principales ciudades del reino visigodo se hablaba una lengua bastante uniforme, lo que explica las semejanzas, a primera vista extrañas, que hoy se dan entre el gallego y el portugués, por un lado, y el catalán, por el otro, comparados con el castellano. Pero a la vez, en el norte cántabro-pirenaico, rebelde a los visigodos, se gestaba una disidencia lingüística que en «un pequeño rincón» de la montaña santanderina iba a coincidir con una rebeldía política vasco-castellana, origen de la independencia de Castilla. Así quedó rota la unidad idiomática que originalmente existía en la Península Ibérica. He aquí por qué hállanse hoy totalmente aislados, a pesar de sus semejanzas y común origen, el gallego-portugués y el catalán: la «cuña castellana», de estirpe vasco-cántabra, los separó definitivamente (121).
El primer estudio dedicado al antiguo leonés (Das Altleonesische) lo publicó el alemán M. E. Gessner en 1867. A él siguieron algunos otros artículos de autores extranjeros. En 1906, don Ramón Menéndez Pidal sacó a luz una obra de conjunto sobre el habla del antiguo reino de León y los rasgos que le dan personalidad en el conjunto de las lenguas hispánicas: El dialecto leonés. Desde entonces no se ha escrito ningún otro libro de conjunto sobre el leonés, aunque son muchas las monografías que se han publicado en Asturias, diversas zonas del reino de León y de Extremadura.
Comienza Menéndez Pidal este trabajo con unas observaciones generales sobre el habla leonesa y sus límites históricos. «Los asturianos -dice textualmente don Ramón- suelen mirar a su hable como cosa muy particular, casi exclusivamente de ellos; por el contrario, un zamorano o un salmantino creerá que el habla vulgar de su tierra es el castellano, a veces mal hablado, sin pensar que en ella haya restos de un dialecto de origen y desarrollo diversos al castellano» (122); y, en fin, el dialecto de Miranda ha sido considerado como dialecto portugués. Así escribía don Ramón hace más de ochenta años. Hoy, la confusión entre lo castellano y lo leonés no es menor que a comienzos de siglo, cuando hasta los niños sabían indicar en el mapa de España cuáles eran las cinco provincias leonesas. El fraccionamiento de Castilla en diversos trozos y la creación de las artificiosas regiones castellano-leonesa y castellano-manchega contribuyen a borrar, cada día más, la concepción histórica y geográfica de lo leonés. Esta oscuridad de ideas es total en la Tierra de Campos, donde se llega a negar la castellanía de la más vieja y auténtica Castilla porque no vierte sus aguas en la cuenca del Duero.
Es hecho conocido -y ya lo hemos mencionado- que el castellano se formó en tomo al territorio de los autrigones, tribu de substrato língüístico eusquera situada entre los cántabros y los bárdulos, circunstancia que determinó la coincidencia de muy característicos rasgos de la fonética castellana con la del vascuence (123). De manera muy diferente, el reino de León propiamente dicho se asentó sobre la cuenca media del Duero, en territorio muy romanizado primero y visigotizado posteriormente. Todo lo cual ayuda a explicar por qué cuando en toda la Castilla originaria y parte del País Vasco ya se hablaba castellano aún se mantenía el leonés en la llanura del Duero.
La importancia que para Menéndez Pidal tiene el diferente lenguaje de Castilla estriba en que no se trata de una discrepancia creada en el curso de los siglos a partir de una igualdad inicial como las que separan al catalán del gallego o al castellano de Burgos del de Argentina-, sino de una diferenciación que podría decirse original, que desde el comienzo del castellano lo distinguió de otros romances peninsulares y que se debe a las raíces prerromanas vivas aún en sus primeros hablantes; pervivencias que A. Barbero y M. Vigil señalan también en las estructuras económicas y sociales de los pueblos cántabro-pirenaicos, poco modificadas entonces por las influencias romanas y visigodas.
El bable leonés, que ha sido objeto de la curiosidad científica de muchos filólogos, pasa inadvertido para la mayoría de nuestros compatriotas. Razones hay para ello, entre otras dos muy destacadas: una, que se está extinguiendo, y las palabras que de él quedan han sido a veces incorporadas al diccionario del actual castellano como provincialismos de Zamora o Salamanca (por ejemplo); otra, que gran parte de los leoneses desconocen en general su propia historia y carecen por ello de patriotismo regional, de manera que cuando tropiezan con algún rasgo lingüístico propio desconocen su cualidad leonesa; y así muchas palabras del viejo romance leonés son tomadas en la propia tierra como del antiguo castellano. Lo que también ocurre en el folclore y en la historia misma del País Leonés; cosa que reiteradamente observamos durante nuestra larga estancia en la ciudad de León.
El bable, o los bables leoneses no son dialectos del castellano, como con excesiva ligereza se dice, porque aquél no puede derivar de éste, el más moderno y singularmente diferenciado de los romances peninsulares.
El territorio de la corona de León era, desde el punto de vista lingüístico, muy complejo. Incluía en su parte noroccidental a Galicia y el norte de Portugal, zona diferenciada por su carácter arcaizante o conservador tanto en el lenguaje como en las estructuras sociales (124). Se hablaba leonés en Asturias, en la Liébana, en las actuales provincias de León, Zamora y Salamanca, en casi toda la de Palencia, en la de Valladolid y en las de Cáceres y Badajoz.
En el estudio del lenguaje leonés, Menéndez Pidal considera tres zonas:
a) El leonés occidental. Zona que comprende el occidente de Asturias y de las provincias de León, Zamora y Salamanca, y la tierra de Miranda en Portugal.
b) El leonés oriental, que se extiende por el oriente de Asturias, de León -incluida la Liébana- y de Zamora, por Salamanca y por Extremadura. La modalidad más oriental de este dialecto fue el de la Tierra de Campos.
c) El leonés central, que se conserva en Asturias y en parte de la provincia de León.
En el Bierzo alto u oriental (partido de Ponferrada) se habla leonés, mientras que el Bierzo bajo u occidental (partido de Villafranca) habla una variedad muy influida por el gallego.
El leonés entra en Portugal por la tierra de Miranda. El leonesismo de esta tierra obedece a razones históricas, porque los dialectos del norte del Duero se constituyeron antes de la delimitación geográfica del reino de Portugal en el siglo xII. Por razones análogas en Olivenza (Badajoz) se siguió hablando portugués, pues esta ciudad no pasó definitivamente a España hasta principios del siglo xix.
Dialecto leonés es el lenguaje charro del campo de Salarnanca que ha sido estudiado por varios autores. Unamuno ha usado algunos leonesisrnos recogidos por él mismo en sus andanzas por tierras salmantinas (remejer, cogüelmo ... ).
Extremadura (la antigua Extrernadura leonesa) es la zona más sureña en la expansión histórica del lenguaje leonés. Leonés extremeño llama Menéndez Pidal al habla de esta región lingüística. Como es natural, los leonesismos son más abundantes en las tierras de Cáceres lindantes con Salamanca, mientras en las de Badajoz los rasgos andaluces aumentan hacia el sur.
La comarca de la Liébana, aunque incluida en la provincia de Santander (hoy región uniprovincial de Cantabria), fue siempre del reino de León y leonesa fue la lengua en ella hablada. El límite tradicional entre el reino de León y el condado de Castilla estuvo siempre en el río Deva. Coincidiendo con esto, en la parte más occidental de la Vieja Castilla (las antiguas Asturias de Santillana lindantes con las Asturias de Oviedo) existió una zona de transición lingüística entre el leonés y el castellano.
Hemos dado aquí algunos datos, que consideramos muy interesantes, de la extensa monografía en que Menéndez Pidal estudia, con muchos detalles filológicos y geográficos, el antiguo lenguaje leonés y su distribución en España. Desde que don Ramón publicó su obra hasta la fecha en que escribimos estas páginas, el castellano se ha extendido de tal manera que apenas quedan ya comarcas en que los filólogos puedan estudiar el viejo romance leonés.
Si el leonés medioeval limitaba al poniente con el gallego, hermano suyo como hijos ambos del romance visigodo, y al sur con el árabe de los dominadores musulmanes y el mozárabe de los cristianos andalusíes, también de la misma familia hispanogoda, tenía en los confines orientales de la Tierra de Campos su frontera con el castellano, de muy diferente linaje. En esta zona de la planicie del Duero fue Sahagún un centro cultural de lengua «caracterizadarnente leonesa, como lo prueban las escrituras de su monasterio» (125).
Aunque la mayoría de los leoneses, sobre todo los de las provincias de Valladolid y Palencia, oirán con asombro a quien les diga que el castellano no es idioma original de su tierra, lo cierto es que el romance de Castilla es en el reino de León cosa tan importada como pueda serlo en Galicia, Andalucía o Valencia. Y el asombro de esos leoneses crecerá si a lo dicho se agrega que el castellano se habló en tierras del País Vasco antes que en gran parte de Castilla (la Castilla al sur del Duero) y en todo el País Leonés.
Hemos visto la influencia que los clérigos mozárabes ejercieron en el reino de Oviedo. El mozarabismo tuvo aún mayor importancia en el reino de León, donde contribuyó en gran medida al desarrollo cultural del país y a la formación del lenguaje leonés.
La antigua creencia de que en la España musulmana desapareció muy pronto la romanidad y desde el siglo IX sólo se hablaba árabe no es hoy aceptada, pues se sabe que los mozárabes conservaron su lengua románica. Podemos, pues, suponer que la región al norte del Duero, que los cronistas dicen haber sido repoblada en el siglo IX, «debió de conservar bastante su dialectalismo mozárabe» (126).
En páginas anteriores nos hemos ocupado de lo que fue la colaboración mozárabe durante los siglos X y XI en la repoblación del país leonés. Ahora veremos que su influencia en el aspecto lingüístico también fue muy grande. Si el habla romance de Toledo tenía entonces muchos rasgos comunes con la leonesa, ello se debía no sólo a la herencia directa de la cultura visigoda, sino también a las continuas aportaciones de los mozárabes que del Ándalus pasaban a tierras leonesas. La planicie del norte del Duero, en tierras de Zamora, zona fronteriza del reino de León con la España musulmana, debió de ser muy conservadora del lenguaje mozárabe (127).
Recordemos una vez más que la repoblación del reino de León presenta como nota sobresaliente los mozárabes, mientras que la de Castilla presenta los cántabros y los vascos. En la misma repoblación de la Legio Séptima, cuando Ordoño II trasladó a ella la capital de la monarquía, la participación de los mozárabes fue muy importante. Estos repobladores contribuían siempre a la leonesización, o por lo menos al mantenimiento del carácter leonés del idioma, dada la semejanza del mozárabe con el leonés (128).
El mozarabismo de buena parte de los pobladores del reino de León fue estudiado por el muy erudito historiador Gómez Moreno, que recogió los resultados de sus investigaciones en su conocida obra sobre las iglesias mozárabes.
El lenguaje leonés, además de confirmar por su sola existencia la personalidad histórica de una región o nacionalidad que contribuyó de manera singular a la forja de la nación española, muestra por el camino de la lingüística la naturaleza y el carácter del antiguo reino de León en concordancia con lo que se encuentra al estudiar su desarrollo social y político. Si en estos aspectos la monarquía leonesa es continuadora de la asturiana, heredera a su vez de la hispanogoda, el leonés es también «el más directo heredero del romance cortesano de la época visigoda» (129).
(121) R.MenéndezPidal,Orígenesdelespañol,p.513
(122) íd.,Eldíalectoleonés,Oviedo,1962,pp.13-14.
(123) Antonio Tovar, Mitología e ideología sobre la lengua vasca, Madrid, 1980, p. 199.
(124) R.MenéndezPidal,El idioma español en sus primeros tiempos,p.56.
(125) íd.,El dialecto leonés,p.16.
(126) íd.,Orígenes del español,pp.434-435.
(127) Alonso Zamora Vicente, Dialectología española, Madrid, 1960, pp. 41-42.
(128) R.MenéndezPidal,Orígenes del español,p.439.
(129) íd.,El idioma español en sus primeros tiempos,pp.60-61,
(Anselmo Carretero y Jiménez.El Antiguo Reino de León (País Leonés).Sus raíces históricas, su presente, su porvenir nacional. Centro de Estudios Constitucionales. Madrid 1994, pp 156-161)
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