martes, marzo 14, 2006

Ha fallecido un caballero

Sr. Director:



Mi costumbre, desde mi jubilación de leer cada mañana, aquí en Madrid, “El Adelantado”, en Internet, hace que me llegue hoy la triste noticia del fallecimiento de D. Manuel González Herrero, Manolo González Herrero, para mí.

Quiero, en esta triste circunstancia, hacer públicos mi afecto y mi admiración hacia este caballero segoviano, culto, inteligente, respetuoso y afable. Al poco tiempo de llegar a poner en marcha el que hoy conocemos como “Hospital General”, un colega, al parecer no contento con que un grupo de entonces jóvenes médicos forasteros pretendiésemos, llenos de entusiasmo y de ilusión, poner en marcha una institución sanitaria pública y moderna, al servicio de todo los ciudadanos de la provincia, presentó o amenazó con presentar una denuncia contra nosotros por “Competencia desleal”. Nuestra ignorancia en materia de leyes y en semejantes trances, nos llevó a preocuparnos seriamente.

Alguien nos habló de D. Manuel como un abogado muy experto que podía asesorarnos. Sin demora, nos recibió en un acogedor cuarto de su domicilio y, con cordialidad extrema y absoluto desinterés, nos convenció de lo absurdo de la denuncia y nos deleitó con su charla amable. Poco después, un amigo común, el llorado cirujano Antonio Marazuela, me informó de la calidad humana de Manolo y de su filial devoción por el gran folklorista Agapito Marazuela. Como quiera que Agapito arrastraba ya bastantes achaques propios de su edad, me pidió Antonio que velase por su salud. Ello me proporcionó dos privilegios: conocer y tratar a ese irrepetible ser humano que era Agapito y disfrutar de una cordial relación con Manolo, su difunta esposa y su hijo Joaquín quien, como buen discípulo, acompañaba a su maestro con frecuencia a mi consulta del hospital.

Quiero señalar un hecho que siempre me llenó de orgullo, como médico del Hospital General. Desde que se abrió nuestra institución, el matrimonio González Herrero nunca dejó de confiar en la misma y nos honraron siendo nuestros pacientes. Tiene esto especial mérito por tratarse de una familia, sin duda ilustre y conocida en la ciudad, que podía haber buscado más afamadas cabezas para cuidar de sus males. Allí acudieron siempre como cualquier otro ciudadano normal y allí procuramos aliviar sus males con nuestra poca ciencia y nuestro gran afecto hacia ellos.

Creo sinceramente que Segovia pierde una de sus más cultos, caballerosos y honrados hijos. Quienes le queríamos, sin estridencias ni exageradas demostraciones, no encontraremos a nadie que le substituya. Por fortuna permanecerá en nuestro recuerdo y nos queda su palabra escrita. Tengo en mi mente, por ejemplo, su biografía de ese otro gran segoviano desaparecido, Agapito Marazuela.



Diego Reverte Cejudo

Médico

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