martes, agosto 09, 2005

VIGOR DE LA HERENCIA LEONESA. (Anselmo Carretero. Castilla, orígenes, auge y ocaso de una nacionalidad)

VIGOR DE LA HERENCIA LEONESA

Con Fernando III, tras la unión de las coronas de León y Castilla, se perfila una gran monarquía de tradición neogótica asentada fundamentalmente en la conjunción de la corona, la Iglesia y la aristocracia bajo la dirección del trono real. Estado cuya con­forrnación continuó Alfonso X el Sabio y cuyas leyes y estructuras sociales fueron fundamentalmente adaptación a los nuevos tiempos de las de la monarquía visigoda.
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Así el Fuero Real, del sido XIII, fue en buena parte oportuna puesta al día de! Liber Juidiciorum, Fuero Jurgo (o Fuero de• los Jueces de León) promulgado por Recesvinto en el siglo VII, la mayoría de cuyas versiones romanceadas --entre ellas las primeras­- ­se hicieron en gallego y en leones, lenguas hermanas según ya hemos visto.

La labor de estadista de Alfonso X fue, pues, fundamentalmente unitaria y homoge­neizadora de acuerdo con la tradición neogótica leonesa. Con el Rey Sabio el poder real, la corte y la actividad estatal que hasta su padre se había asentado principalmente en tierras leonesas se traslada a las centrales de "Toledo y a las sureñas de Andalucía. El prestigio imperial de la vieja ciudad de León queda definitivamente en el olvido ante el esplendor renaciente de sus herederas toledana y andaluza.
EI instrumento político que llevó a cabo el proceso histórico que transcurre desde la batalla de Covadonga hasta Fernando III y Alfonso X fue la monarquía asturleonesa. La institución más duradera y trascendental en la historia de !a nación española.

Y Castilla`? ' Qué papel desempeñó Castilla en este largo proceso que va desde el año 712 al 1230?. Esa Castilla que, según generalmente se dice, impuso en España su hegemonía y, con ella, su lengua, sus leyes, sus instituciones y sus ideales.

En apariencia, hasta aquí ninguno. En realidad, el estado castellano, desde que surge como condado, de hecho independiente, de Castilla y Álava, fue un opositor a los pro­yectos unificadores y de restauración (le la monarquía neogótica asturleonesa, una rémora constante para el desarrollo de la empresa unificadora. Esto ya lo vio y expresó claramente Menéndez Pidal por- encima de la retórica seudocastellanisla que entonces -1929 fue el año (le la primera edición dle La Espraña del C¡d; la de los Orígenes del Español es de 1926- inundaba las letras españolas.

"La primacía de Castilla -dice don Ramón en 1956- se consolida para siempre mediante su unión definitiva con León en 1210. León se castellaniza profundamente, soliendo incluso tomar el nombre de Castilla, de la cual queda como porción indistinta. Y esta engrandecida Castilla viene a ser, para todos los de dentro y para los extranje­ros, el reino representativo de España entera". "Ya después, para los siglos sucesivos, no hace falta añadir nada a lo muy conocido sobre e! papel preponderante de Castilla en conducir el imperio hispano hasta su cumbre agotando en esa colosal obra todas sus fuerzas" (22).

¡Castilla ha hecho a España se dice. La realidad -según Menéndez Pidal--- es que hasta 1230 Castilla no hacía a España sino que la deshacía, tal como León venía haciéndola. "Verdad es que la deshacía para intentar rehacerla según tipo castellano". Idea esta muy confusa si antes no se explica qué es una España de tipo castellano. Desde luego que no la conformada con arreglo al Fuero Juzgo y a las Partidas.

Este pensamiento de que Castilla deshacía a España que León venía haciendo para rehacerla con más brío nunca nos ha parecido plausible, ni muy congruente con la rea­lidad. Por otra parte en esto de hacer y deshacer a España -tema muy discutido por li­teratos y políticos- hay un gran embrollo de palabras que comienza por confundir "hacer a España" por "hacer de España" un estado unitario que abarque todas sus tierras.

La oposición de los pueblos castellanos al fuero Real, como su más antiguo recha­zo del fuero Juzgo no obedece a mera propensión a la rebeldía, sino a profundas causas políticas y sociales, Y responde a una larga tradición histórica; así lo han visto algunos historiadores del derecho antes citados; v así se deduce de la historia misma de la primitiva Castilla. En el orden político Castilla nace enfrentándose al unitarismo, al centralismo y la dependencia de la corte regia, y tras frecuentes rebeliones logra su au­tonomía (juntamente con los vascos) en el siglo X. Las rebeliones continúan después, dando a los castellanos fama de inquietos y rebeldes, según decía un cronista de la cor­te de Alfonso VII e! Emperador de León. Por eso el más famoso de los rebeldes caste­llanos, el conde Fernán González es reprobado por los grandes apologistas de la idea unitaria y de manera destacada por Menéndez Pelayo. Aquí es donde Menéndez Pidal, entusiasta de sus héroes castellanos, da una interpretación unitarista de la inde­pendencia de Castilla que no encontramos convincente (23).

Fernando III intentó deshacer las comunidades castellanas, y al no lograrlo procuró reducir la autoridad de sus concejos, y su carácter democrático (sí, democrático en comparación con las instituciones de la España señorial, no como modelo válido para nuestros días, aunque muy ricas enseñanzas pueden obtenerse de ellas). Él y su conti­nuador Alfonso X inician la labor ininterrumpida de destruir estas viejas instituciones populares que, de una u otra forma, se dieron en Castilla, el País Vasco y partes de Navarra y Aragón, y en Castilla adquirieron su mayor desarrollo en los siglos Xl (con­de Sancho-García, el de los Buenos Fueros) y XII (Alfonso VIII). Para ello, los monar­cas utilizan toda clase de medios: leyes que reducen la autoridad política y militar de los concejos, creación en su seno de oligarquías aristocráticas, separación de villas de la jurisdicción comunera para pasarlas a la real, enfrentamiento de los pueblos con las ciudades o villas capitales, saqueo del patrimonio colectivo en beneficio de los reyes, la Iglesia o poderosos cortesanos.

La conquista de La Mancha, Andalucía y Murcia se hace en beneficio principal de los reyes, la nobleza cortesana, la Iglesia, las órdenes Militares y los concejos reales (muy diferentes de los concejos comuneros). A tierras manchegas, andaluzas y murcianas la monarquía de las coronas unidas no llevó las viejas leyes castellanas -que en su suelo comenzaban a entrar en decadencia- sino las nuevas unitarias y centralizadoras de un estado dominado por las también nuevas clases sociales (o las viejas transformadas).

A partir de 1230 León no se castellaniza, no hay en toda España una hegemonía castellana, aunque el nombre de Castilla vaya por delante en los documentos de las cancillerías reales. La propia denominación de la monarquía no es muy apropiada; me­jor que castellano-leonesa debe llamarse leonés-castellana, porque realmente así fue, primero y por más tiempo.

Es manifiestamente excesivo el uso que se hace de la idea de una hegemonía caste­llana. Cuando el conde rey Jaime I se apresta a ir en ayuda de su yerno Alfonso X de Castilla y de León, que se hallaba en gran apuro, tropieza con la oposición de los mag­nates, y para convencerles les dice que aquel esfuerzo deben hacerlo "por salvar a Es­paña", simbolizada -según Menéndez Pidal- en el reino de Castilla (22). No creemos que este destacado catalán, que no sólo había luchado en muchos lugares de la Península sino que había conquistado las Islas Baleares, tuviera una visión de España reduci­da a las tierras castellanas o simbolizada en Castilla. El sentimiento que podemos llamar nacional hispánico tenía ya entonces, en Cataluña y en toda la España cristiana, orígenes mucho más antiguos y de raíces más hondas que una supuesta hegemonía de re­ciente data.

La idea, muy extendida, de que el sentimiento nacional español ha sido obra de Castilla es totalmente errónea. Ni siquiera vale en lo referente a las luchas de la Re­conquista. Bien lo dice el tantas veces por nosotros citado maestro de historiadores y filólogos: "No fue Castilla, sino León, el primer foco de la idea unitaria de España después de la ruina de la España goda (24).

León no se castellaniza; ni el pueblo leonés desaparece absorbido por una inexisten­te Castilla hegemónica que va incorporando o devorando a todos los demás pueblos de España, como algunos furibundos castellanófilos o castellanófobos (con equivalente in­videncia) afirman. El País Leonés permanece en el mismo lugar del mapa de la Penín­sula; los pueblos leoneses continúan trabajando por ganarse e! pan de cada día y por conquistar pacientemente mejor pasar y más derechos y libertades; la tradición leonesa sigue actuando en el conjunto político y cultural español; el bable es la lengua mayori­taria del País Leonés, aunque el castellano, como idioma oficial de la regia cancillería, avanza hacia occidente por la llanura del Duero. Las leyes leonesas y las instituciones leonesas, y con ellas las concepciones leonesas de la sociedad y el estado, se extienden por la Mancha, Andalucía y Murcia; y en la propia Castilla desplazan, poco a poco, a las viejas castellanas. Pero simultáneamente, el nombre de León se oculta y desapa­rece tras el de Castilla. —Rey de Castilla, de León, de Toledo, de Galicia, etc.", o "rey de Castilla, de Toledo, de León etc.", o simplemente "rey de Castilla" es el título de los reyes de este vasto conjunto de reinos, regiones o nacionalidades. El nombre de León se oculta, es ocultado, pero lo leonés pervíve y en muchos aspectos predomina innominado.

LA OCULTACIÓN DE LEÓN

Nos encontramos así con lo que un grupo de estudiosos leoneses llama 'la oculta­ción de León".

La ocultación que padece León forma parte de su misma esencia, dice Juan Pedro Aparicio. Porque ¿qué es León?, pregunta. ¿El viejo reino, como nos dicen, una pro­vincia o una región'? ¿O es simplemente un prólogo que se pone a la historia de Casti­Ila: una especie de Castilla que nunca existió?

Sólo en punto a territorio el desconcierto ya es enorme. ¿Cuántas provincias com­prende la región leonesa? ,León, Zamora, Salamanca, Valladolid y Palencia, como se enseñaba en las escuelas hace algunos años? ¿O solamente León, Zamora y Salaman­ca...? O solamente León y, a lo sumo, una porción de Zamora...?

Muchas son las capas que, como los distintos firmes de una carretera muy transita­da, han caído sobre León para ocultarlo. Todo es movedizo en punto a León: :su territo­rio, su población y su cultura. Como paso previo a su reconocimiento, necesita León su fijación: saber dónde está y qué es, afirma Aparicio.

"A León, a base de no nombrarlo se !e ha hecho desaparecer" (25), dice en otro lu­gar, con tino, este leonés que busca respuestas a sus ardientes preguntas (con más hon­do interés que acierto en los caminos para hallarlas).

Todas las preguntas que Aparicio se hace sobre el antiguo reino de León tienen puntual respuesta. El reino de León es una entidad histórica, con asiento geográfico, tan bien definida corno puedan tenerlo Galicia, Aragón, Navarra, Valencia. Murcia u otra cualquiera de las nacionalidades o regiones históricas que componen. Na­ción cuando Alfonso III extendió los dominios del reino de Oviedo, por el Sur hasta la margen norteña del Duero y por el Este hasta la occidental del Plsuerga, y obtuvo carta de naturaleza política cuando Ordoño II estableció en la antigua Legio romana la capi­tal del nuevo reino llamado de León, delimitado al Norte por el parteaguas de la cordi­llera asturleonesa, al Sur por el Duero, al Oriente por el Pisuerga y al Occidente por las rayas con Galicia y Portugal. De esta manera y sobre este territorio, que por el No­reste también incluía la Líébana, se fundó el reino de León que después se extendió ampliamente por tierras de Salamanca y por el oriente y el sur de Valladolid. Esto es bien sabido, aunque relativamente por pequeño número de estudiosos. Lo que este rei­no fue desde el año 914 (o si se prefiere desde el 910 con García I) hasta el (le 1230 en que las coronas de León y de Castilla se unieron en la persona de Fernando III (leo­nés por su cuna, por su estirpe paterna y por su formación), es decir, la historia de !os más de 300 años en que e! reino de: León tuvo un protagonismo decisivo para la formación de la nación española, es generalmente ignorada o erróneamente conocida por­que ----dice bien Aparicio- ha sido ocultada, Y cuando !a ocultación no ha sido posible se la ha presentado deformada o como parte de un confuso conglomerado castellano­leonés. Pero puede encontrarse si se busca; no ciertamente en las historias que hoy se escriben bajo el patrocinio de una burocracia cultural empeñada en inventar una histo­ria para una región inventada, sino en conocidos trabajos sobre el antiguo reino de León de historiadores como Menéndez Pidal, Luciano Serrano, Pérez de Urbel, Julio Puyol, Julio González, Justiniano Rodríguez y otros, y de filólogos como Rafael Lape­sa, Antonio Tovar, Alonso Zamora, Julio Caro, etc. Y todavía se esconde más la histo­ria leonesa a partir de 1230, como si la unión de las coronas cíe León y Castilla en la cabeza de un mismo rey hubiera hecho desaparecer del mapa de la Península Ibérica al País Leonés y a sus habitantes, mientras otros países del conjunto (Galicia, Asturias, el Pais Vasco, Andalucía...) continuaban en su sitio.

León no se castellaniza, ni desaparece de la historia de España con la unión de las coronas: tratan de ocultarlo quienes por una u otra razón desean que su nombre no fi­gure a igual nivel gire los demás en el conjunto de los pueblos hispanos. El País Leo­nés, como entidad histórica ha sido secuestrado. A las nuevas generaciones leonesas, especialmente a sus universitarios, corresponde rescatarlo.

LA CULTURA. EL IDIOMA

Si desde el punto de vista político e! reinado de Alfonso X abunda en fracasos y deja funesta herencia, el balance cultural de su gobierno es de una riqueza extraordina­ria. Resulta en verdad asombroso que entre las tremendas vicisitudes (guerra contra los islamitas, luchas contra !os nobles, atroces contiendas civiles, tenebrosos episodios familiares, progenie numerosa y de muy diversa condición, relaciones amorosas, pesa­das actividades en la confusa política europea y con la Santa Sede), en medio de una a veces infernal vorágine, este rey aficionado a !as artes, las letras y el saber científico, tuviera tiempo para realizar una obra cultural que, en semejantes condiciones, no tiene par entre los monarcas de su tiempo.

De su padre y de su abuelo había heredado la afición por los juglares, que siempre los hubo en su corte y muchos de !os cuales eran gallegos. En sus años juveniles, cuando dirigió algaras y campañas militares solían acompañar a sus tropas desvergon­zados juglares y soldaderas que recitaban versos procaces. Se conoce una cantiga suya de escarnio dedicada a !a "Balteira", soldadera muy famosa (le aquella época.

Alfonso el Sabio se manifiesta como poeta delicado en las Cantigas", canciones en
honor de la Virgen escritas en lengua galaica, así corno en las poesías profanas que de él se conservan. Las miniaturas .. que ilustran los códices de las Cantigas contienen datos muy interesantes sobre la vida en el siglo XIII, incluida la música. La que se halla en estos códices está a la altura de la mejor de aquel tiempo.

Los Juglares de la corte de Alfonso X cultivaban la poesía galaicoportuguesa. También favoreció el Rey Sabio !a poesía y a los poetas provenzales.

Alfonso X impulsó la famosa escuela (le traductores de Toledo en la que trabajaron , con los colaboradores cristianos, judíos y musulmanes que habían recogido cuanto a su alcance tuvieron de la cultura griega y oriental
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En Toledo y en Sevilla protegió a los astrónomos y colaboró personalmente con ellos. Sus libros de astronomía compilan el saber de su tiempo en la materia.

Alfonso X fue el heredero de la tradición científica de los musulmanes andalusíes. Su afán (le acumular y ordenar el saber, en lo que se adelanta al Renacimiento, le llevó a !a compilación de su famosa "Estoria de Espanna" Y d e una "Grande e General Estoria" en las cuales, como en todas las obras culturales Y científicas que mandó ha­cer, intervino personalmente. En este trabajo el Rey Sabio utilizó fuentes árabes a tra­vés de sus traductores.

El desarrollo cultural que se produjo en la España cristiana en el siglo XIII tiene dos figuras del más alto nivel: Alfonso el Sunio y el mallorquín Ramón Llull.

Alfonso X tenía en Sevilla trato personal con personajes de las tres religiones, Y en la capital andaluza creó un estudio de latín y de arábigo en 1254.

En León y en Castilla, como en otros países, se crearon universidades a partir de las escuelas o estudios catedralicios. Ya hemos visto que en el reino de León hubo estu­dios de este tipo en Compostela, León, Zamora y Salamanca; y cómo Alfonso VIII fundó hacia 1212 un estudio general en Palencia (tierra históricamente leonesa ocupada entonces por un rey castellano). Alfonso IX decidió convertir el estudio catedralicio de Salamanca en una universidad para que sus súbditos no tuvieran que salir a estudiar fuera del reino de León. Así nació, en 1212, la famosa Universidad de Salamanca. Pa­rece ser que Alfonso IX dudó en principio entre Santiago de Compostela y Salamanca como sede de la nueva universidad, pues la capital gallega era sin duda el foco cultural más importante de la corona leonesa y sus estudios catedralicios tenían más fama que los de Salamanca, pero razones ,geográficas y activas gestiones de los salmantinos deci­dieron que fuera Salamanca El centro de gravedad de los países de la corona deLeón se desplazaba más y más hacia el sur, y la proximidad del estudio pa!entino hacía ur­gente la creación de la universidad leonesa.Ya sabemos que poco tiempo después Fer­nando III por agradar a los leoneses decidió trasladar a Salamanca el estudio general de Palencia con lo que la universidad salmantícense quedó asegurada. Alfonso X le dio el impulso definitivo.

El afán de ocultar lo leonés y presentarlo como castellano ha difundido expresiones como "la gloriosa universidad castellana de Salamanca", "la Universidad de SaIamanca obra del gran monarca castellano Alfonso el Sabio-, v otras semejantes; tópicos erróneos ante los cuales es preciso recordar que : a) Salamanca está situada en pleno, país leones y por su historia es una ciudad eminentemente leonesa; b) La universidad de Salamanca fue fundada por Alfonso IX de León, uno de los reyes más leoneses de la his­toria de E.spaña, que no fue rey de Castilla; c) Esta famosa Institución fue creada a partir de un estudio medioeval salmantino d) El propósito que llevo a Alfonso IX a su creación fue precisamente que sus súbditos no tuvieran que salir fuera del territorio de la corona de León para hacer estudios superiores; e) Alfonso X el Sabio (rey tanto, o más, toledano, andaluz o leonés que específicamente castellano) hizo de ella una cor­poración abierta a todos los súbditos de los reinos de León y Castilla y aun a los ex­tranjeros; y que en las "constituciones" que durante siglos rigieron esta universidad estaba dispuesto que el rector fuera un año leonés y otro castellano (26) (todavía no se había inventado el híbrido gentilicio "castellano-leonés": los leoneses se consideraban leoneses, y los castellanos, castellanos).
Las más sentidas poesías de Alfonso el Sabio están escritas en romance galaico. Fue lengua a la que, junto con la lírica gallega y con la música, se aficionó de mozo en la corte de su padre Fernando III.

El castellano como idioma oficial de la cancillería regia avanzaba por la parte orien­ta! de la llanura del Duero pero el idioma mayoritario en el País leonés seguía siendo el bable. No sólo era la lengua familiar hablada en todas las comarcas leonesas; se uti­lizaba también corno lengua escrita, empleada en documentos notariales. Hacia 1260, reinando Alfonso el Sabio, el Fuero Juzgo se tradujo al romance en una versión fuerte­mente leonesa (27). En este siglo el leonés tiene manifestaciones literarias importantes, las más conocidas de las cuales son el llamado Poema de Alexandre y el poema jugla­resco Elena y María. En todos estos textos el leonés está ya mezclado con rangos lin­güísticos castellanos. También conservaba entonces muchos rasgos comunes con el leonés el habla de los mozárabes toledanos (28).

Pensaba Oliveira Martins que en los siglos XI y XII se dio posibilidad de que el ga­llego (galiciano) hubiera sido adoptado como lengua de la corona de León y que, en lugar del castellano, hubiera podido desarrollarse como principal lengua de España (29). Considerando como gallego a todo el conjunto de romances del grupo galaico (galle­go-portugués y bables astur-leoneses) derivados de un mismo tronco, esa posibilidad fue perfectamente racional. En aquellos siglos el gallego, por su extensión territorial y su desarrollo cultural, llevaba gran ventaja al incipiente castellano nacido en el rincón vasco cántabro de "Castilla la Vieja".

No por mera casualidad Alfonso X el Sabio, rey poeta, escribió sus composiciones más delicadas en gallego, que había sido en la España del siglo XII la lengua de cultura más refinada.

En la segunda mitad del siglo XIII, a la muerte de Alfonso X el Sabio el castellano tenía ganada la batalla lingüística. Y no sólo por ser e! idioma oficial de la cancillería regia de !as coronas unidas, sino por razones de mayor vitalidad, sin contar una que Menéndez Pidal, como filólogo, aduce: e! vigor propio del castellano en su desarrollo, la estabilidad y la menor vacilación ante las múltiples variantes que otros romances en aquella época manifiestan (30). A diferencia del gallego y el catalán, que derivan direc­tamente del romance visigodo, el castellano es fruto de la latinización tardía de los pueblo; vasco-cántabros. La influencia de este substrato prelatino es evidente en la fo­nética. En la Rioja, cerca del "pequeño rincón" donde Castilla nace, y con ella su Iengua, aparecen !as primeras líneas escritas y el primer poeta del romance castellano.

El bilingüismo éuscaro-castellano era un fenóm­eno cultural abundante en tierras burgalesas, alavesas y riojanas. El vascuence se hablaba a las mismas puertas de Burgos.

En su expansión hacia occidente, el castellano topó con el leonés al que tuvo que desplazar lentamente; al oriente, por el País Vasco, la Rioja y Navarra, el castellano se habló espontáneamente en tierras donde aun pervivía el vascuence; y por el sur avanzó al paso de los avances militares de la Reconquista desplazando al árabe de! Andalus musulmán.

La única castellanización o hegemonía castellana que en España se dio después de la unión de las coronas de León y de Castilla fue la de la lengua que no es -lo hemos visto-obra exclusiva de Castilla.
Ni León, ni el reino de Toledo, ni Andalucía se castellanizan. El idioma castellano no lleva a Castilla la Nueva, ni a Castilla la Novísima, ni a Murcia, ni menos a León, las leyes, las costumbres, las instituciones ni las tradiciones políticas y sociales propia­mente castellanas, antes al contrario (aunque alguno se asombre) el idioma castellano avanza a la par que Castilla se descastellaniza. Y esto es especialmente observable en el reinado de Alfonso X el Sabio, que lo fue del triunfo oficial del castellano en la corte.

La versión castellana del Fuero Juzgo, las Siete Partidas, el Fuero Real v otros tex­tos del reinado de Alfonso X extienden por todos los países de las coronas unidas la lengua castellana, y con ella leyes, instituciones e ideales ajenos a Castilla y aun opuestos a los tradicionalmente castellanos.
En este reinado, entre los años 1250 y 1265 se escribe en Castilla la obra desde el punto de vista nacional más castellana de la literatura española: el Poema de Fernán González, cantar de la lucha de los "pueblos castellanos" por su independencia. Una obra de signo radicalmente opuesto a lo que la legislación del Rey Sabio significa.

En este complicado panorama León no desaparece ni deja de actuar, sí queda, cada día más, relegado al olvido y su nombre silenciado.

Bibliografía y notas

22) R Menéndez. Pidal Hlistoria de España por él dirigida. t-. VI. Madrid, 1956. p, XXVIII.
23)id . ibídem pp XXV-XXVI.

24) Id., La España del Cid. Vol. I. pp, 64-6.
25) Juan Pedro Aparicio: Ensayo .sobre las pugnas, heridas, capturas, expolios y desolaciones del viejo Reino de León. León, 1981. p. 20.

26) R. Gibert: Historia General... pp. 55-56.
27) Rafael Lapesa: Historia de la Lengua Española. Madrid, 1980. pp. 245-246.
28) R. Menéndez Pidal: El idioma español en sus primeros tiempos. pp. 48-49.
29)J. P. Oliveira Martins: Historia de la Civilización Ibérica. Libro III-1.
30) R. Menéndez Pidal: Orígenes del Español. Madrid, 1950. pp, 487, 511-513, 529 y mapas.


(Anselmo Carretero Jiménez. Castilla, orígenes, auge y ocaso de una nacionalidad. Ed. Porrua, México 1996. Pp 450-457)

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