miércoles, julio 20, 2005

Nacionalidades y regiones en España




Nacionalidades y regiones en España

A diferencia de otras muchas y a semejanza de algunas (Suiza, Yugoslavia, la India), España no es una nación uniforme, formada por un solo pueblo, con una historia homogénea, misma cultura y lengua única, sino una entidad muy compleja y varia, integrada por diferentes pueblos, a ninguno de los cuales corresponde el gentilicio español con mejor razón que a cualquiera de los restantes. Conjunto que en la Edad Media recibió el nombre plural de las Españas, y que hace tiempo hemos definido como una nación compleja, comunidad de pueblos o nación de naciones. Concepto actualmente esbozado en el articulo 2 de la Constitución, según el cual la nación española está integrada por diversas nacionalidades y regiones.

Tan manifiesta es la personalidad propia de los diversos pueblos (nacionalidades o regiones históricas, pues el nombre poco importa) de España, que fácil es percibir entre algunos de ellos mayores diferencias que las inmediatamente observables entre no pocas naciones independientes. Diversidad tan honda que, no obstante todas las presiones uniformizadoras ejercidas sobre los españoles por el aparato estatal, éstos se han mantenido a lo largo de los siglos fieles a sus respectivos gentilicios tradicionales (asturianos, andaluces, catalanes, extremeños ... ).Mal se presta la realidad histórica de España, plural y varia , para fundar sobre ella y en nombre de la tradición un Estado unitario y menos todavía un gran imperio centralistaManipulación históricaPara poder presentar una tradición unitaria o imperial española -como la que en 1936 exaltó el francofalangismo- es preciso ocultar muchos hechos trascendentales de nuestro pasado nacional y tergiversar radicalmente otros inocultables.

Veamos muy brevemente cómo se intentó hacerlo.Se ignoró, o se subestimó, la participación de los países de la corona catalano-aragonesa (Aragón, Cataluña, Valencia y las islas Baleares) en la historia de España, especialmente su tradición política pactista y federativo, asi como la importancia de la cultura de lengua catalana. Se relegó al olvido la historia de Navarra como monarquía con cortes, leyes y personalidad propia. Se pasaron por alto las características particulares de los diversos países de las coronas de León y Castilla -León fue anterior y más importante que Castilla-, para reducir la historia de España a la de una sola nación dominada y conformada por ésta, lo que -además de ser totalmente falso- ocultaba la realidad de una corona doblemente plural, pues plurales eran ya en si tanto la de León como la de Castilla.Si la memoria histórica que alimenta la conciencia nacional es secuestrada, o el pasado común falseado, se crea una grave incongruencia entre la idea que los ciudadanos se han formado de la nación -o les ha sido inculcada- y las realidades en que deben fundarse. La conciencia nacional -vale decir la nación- se halla así asentada sobre cimientos falsos y expuesta a derrumbarse en un choque frontal con la realidad manifiesta.

La nación tiene, pues, dificultades en su propio ser cuando la versión histórica y la tradición que han conformado la conciencia comunitaria no concuerdan con la verdad observable : la trampa se descubre y el conflicto moral estalla. Tal ha sido la suerte de la idea de España unitaria, centralista e imperial, imbuida-durante decenios en la mente de millones de españoles, cuando a partir de 1976 éstos pudieron contemplar un panorama histórico que hasta entonces, en general, ignoraban.El problema de las autonomías va camino de resolverse satisfactoriamente en la mayor parte de las nacionalidades o regiones de España: Galicia, Extremadura, Murcia, las islas Baleares, Aragón, Valencia, Andalucía, Asturias, Navarra, el País Vasco, Cataluña y las islas Canarias. En todas ellas se ha tomado como base del proceso autonómico el reconocimiento de las respectivas entidades históricas, sin que en ninguna haya habido que lamentar desmembraciones ni escisiones internas.

Por el contrario, en los casos excepcionales en que no se ha respetado el fundamento histórico y se han alterado los limites tradicionales han surgido serios conflictos que han emponzoñado la cuestión.El error del Sr. SuárezSin consultar siquiera a los pueblos afectados, el Gobierno del Sr. Suárez, con el apoyo de grupos parlamentarios, decidió, sin más ni más, borrar del mapa de España a Castilla (la hasta hace pocos años hiperbólicamente exaltada Castilla), dividiéndola en dos partes, una de las cuales quedaría unida al País Leonés y la otra, al País Toledano. Lo que en principio deberían ser tres procesos autonómicos normales, con la supresión de Castilla () quedarían reducidos a dos: los de las nuevas híbridas regiones de CastilloLeón y Castilla-La Mancha.La provincia de Santander (Montaña Baja de Burgos, Costa del Mar de Castilla o la Montaña por antonomasia), auténtica Castilla Vieja, cuna de Castilla y de la lengua castellana, tramitó su propia autonomía con el nombre de Cantabria. La de Logrorio, la comarca más rica en símbolos de la tradición nacional y cultura¡ de Castilla (patria de San Millán de la Cogolla, patrón de Castilla; de las Glosas emilienenses, de Gonzalo de Berceo, de Santo Domingo) anduvo después análogos pasos con el nombre de La Rioja. La de Segovia, que preconiza la autonomía de Castillo propiamente dicha, lucha por la suya uniprovíncial frente al Gobierno y a algunos dirigentes políticos que no ocultan su irritación ante la negativa de los segovianos de actar dócilmente sus decisiones.

En ninguno de estos tres casos los pueblos se han movido por espíritu de cantonalismo insolidarlo. El pueblo de Segovia, lejos de haber perdido el juicio, como algunos frívolamente han dicho, está manifestando un apreciable conocimiento de su tierra y de su historia, y dando una lección de ciudadanía, de solidaridad y de firmeza a quienes teóricamente deberían ser sus informadores y guías.Por otra parte, parece que la provincia de Madrid -gran porción de la cual fue tierra segoviana hasta el siglo pasado- también se pronuncia por la autonomía uniprovincial, lo que hace aún más complejo el panorama autonómico del conjunto castellano.Panorama en el que no todo son aspectos negativos. La persistencia de la Montaña cantábrica, La Rioja y las tierras de Segovia y Madrid como entidades con autonomía uniprovincial podría hacer de ellas otros tantos reductos de base para el rescate político de una nueva y auténtica Castilla, concebida -de acuerdo con su mejor tradición- como mancomunidad de sus diversas provincias.

Castilla nº 16 mayo-junio 1982

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