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viernes, diciembre 10, 2021
EL ARCHIVO GENERAL MILITAR DE ÁVILA E IRLANDA
Ávila en la Guerra Civil. José Belmonte Díaz
12924
Ávila en la Guerra Civil. José Belmonte Díaz
288 páginas 15 x 22 cms.
18,00 euros
Beta III Milenio
En Ávila en la Guerra Civil se relatan, por el historiador José Belmonte Díaz autor de diversas obras sobre Ávila, los hechos, acontecimientos y sucesos vividos en la ciudad durante la Guerra Civil (1936-1939).
Su autor ha sido testigo directo de los mismos, por ello su obra constituye una valiosa aportación, la primera que se escribe referente a la contienda bélica vista desde la ciudad de Ávila. En ella se incluye un apéndice documental y fotográfico, en su mayor parte inédito, sobre aspectos referentes a la Guerra Civil en Ávila.
José Belmonte Díaz
Doctor en Derecho por la Universidad de Deusto. Ha sido profesor de Historia Contemporánea de Iberoamérica y de cursos monográficos del doctorado en dicha Universidad. Es autor, entre otras, de las siguientes obras:
"Leyendas de Ávila", 7ª ed. Ed. Beta, Bilbao, 2004; "Defensa y Responsabilidad Civil", en colaboración con Luis Belmonte, 2ª ed. Bosch, Barcelona, 1956; "Historia Contemporánea de Iberoamérica", 3 vols. Ed. Guadarrama, Madrid, 1971; "La Constitución Española. Texto y Contexto". Ed. Prensa Española, Madrid, 1979; "Las Leyes de Burgos y el Constitucionalismo Social Iberoamericano". Inst. Fernán González, Burgos, núm. 192, 1979; "La calle de la Muerte y la Vida", Ed. Beitia, Bilbao, 1999; "Los Comuneros de la Santa Junta: La Constitución de Ávila". C. A. de Ávila, Ávila, 1986; "Judíos e Inquisición en Ávila", C. A. de Ávila, Ávila, 1989; "Ávila Contemporánea, 1800-2000", Ed. Beta, Bilbao, 2001; "La Ciudad de Ávila. Estudio histórico". Ávila (Ed. de 1986-87 y 1997); "Godoy. Historia documentada de un expolio". Ed. Beta, Bilbao, 2004 (en colaboración con Pilar Leseduarte Gil); "La Expulsión de los Judíos. Auge y ocaso del Judaísmo en Sefarad". Ed. Beta, Bilbao, 2007 (en colaboración con Pilar Leseduarte Gil); "Judeoconversos hispanos. La Cultura". Ed. Beta, Bilbao, 2010; "Ávila en mis ojos", Ed. Beta, Bilbao, 2011; "Ávila mágica", Ed. Beta, Bilbao, 2012; "Ávila eterna", Ed. Beta, en preparación. "Principios socioeconómicos del Constitucionalismo iberoamericano". Tesis doctoral. Univ. Deusto (inédita). Sobre el autor se ha publicado: "Ávila de Memoria. Conversaciones con José Belmonte", de Jesús Arribas. Ediciones Caldandrín, Ávila, 2009.
Fundador y primer director del Festival Internacional de Cine Documental de Bilbao (Zinebi). Es miembro de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País; Miembro de honor de la Institución Gran Duque de Alba; Académico correspondiente de la Academia Burguense y de la Historia de Burgos y miembro de la Cofradía Internacional de Investigadores de Toledo; Premio Pablo Iglesias de Castilla y León en V. Edición. UGT. Ávila, 2009.
Reseña en Diario de Ávila (20/01/2013)
El historiador abulense José Belmonte acaba de editar el libro Ávila en la Guerra Civil (Ediciones Beta), una elaborada narración de cómo se vivió en la capital abulense y en parte de la provincia el cruel conflicto bélico que rompió España entre los años 1936 y 1939, un trabajo en el que se alían memoria e investigación y en el que destacan ante todo, y esos son sus principales valores y señas de identidad, la fuerza y el interés de encontrarse ante un relato en primera persona firmado por un testigo directo de un puñado de hechos relevantes, algunos de los cuales «son narrados por primera vez», porque – afirma– «lo que yo cuento en este libro es lo que vi palpitando en la ciudad en aquellas terribles fechas».
Se abre el libro con una introducción que sirve para situar al lector en la «agitada vida política» que se dio ya en los conflictivos años de la Segunda República, y así ayudarle a entender mejor todo lo que aconteció después, para desarrollar luego su contenido a lo largo de 24 capítulos que reparten su afán entre el deseo de exhaustividad en los acontecimientos y la honradez intelectual de un narrador que, aclara, «fui testigo presencial de esos tiempos, y como testigo voy a ser implacablemente neutral, relatando fielmente lo que mis ojos vieron». Ese deseo de no tomar partido por ninguno de los dos bandos, porque «los dos cometieron barbaridades por igual», le ha servido para ahuyentar con éxito cualquier tentación de «tapar hechos» o caer en «las peligrosas mentiras de la memoria histórica oficial», algo también especialmente interesante en un libro de historia.
Cierto es que algo de lo contado en Ávila en la Guerra Civil ya había sido apuntado antes por Belmonte en otros libros suyos, especialmente lo referido a la II República (adelantado en su Ávila contemporánea 1800-2000), como también lo es que buena parte de este nuevo trabajo, lo más sustancial, es información nueva que ayuda mucho a entender mejor aquel convulso periodo y, también, la idiosincrasia abulense.
Para redactar este libro José Belmonte volvió a convertirse en el niño de la guerra que fue, un joven inteligente y lleno de inquietudes que asistió entre sus 14 y 17 años de edad a la transformación de una ciudad por y para la guerra, una capital que, asegura, «fue fundamentalmente un cuartel general, un lugar de paso incesante de tropas y mandos, un lugar de entrenamiento para las cruentas batallas que se libraban en otros lugares del país», circunstancia que hizo posible que los abulenses «viviesen en una relativa tranquilidad durante la mayor parte del conflicto», sosiego que llegó «después de los días de verdadero pánico que se vivieron en los meses de julio, agosto y septiembre del 36».
Todo lo que cuenta Belmonte, dueño de una memoria prodigiosa que es un privilegio compartir, lo hace desde la visión sosegada y escéptica de quien asistió asombrado y atento al devenir de unos hechos «que entonces se nos vendieron desde la exaltación y a través de unos himnos y desfiles que nos impresionaban, pero a los que el paso del tiempo limpió de lo que tenían de celebración para mostrar la realidad de una guerra cruel que fue una auténtica aberración», en la cual «la manipulación informativa fue enorme».
En ese dar fe de lo que significó la Guerra Civil «sin querer ocultar nada», José Belmonte asegura, demostrando esa neutralidad que anuncia en el prólogo, que «hubo crueldad por parte de ambos bandos allí donde dominaban el terreno, tanto en el ‘rojo’ al sur de la provincia como en el ‘nacional’, por mucho que de los ‘paseos’ que estos últimos hicieron en Ávila nadie haya querido hablar nada hasta ahora, igual que cuando sucedían nadie quería saber nada por miedo». Y añade que «si duros, trágicos y sin sentido fueron los fusilamientos en la capital de ‘elementos izquierdistas o rojos’ (así se hablaba), también fueron abundantes y sangrientos los fusilamientos en localidades de la provincia de la Ávila no ‘nacional’, que hasta su ‘liberación’ se produjeron en gran escala».
Lamenta también Belmonte que «en Ávila hemos siempre muy timoratos a la hora de hablar de la Guerra Civil», quizás porque hay episodios ocultos en los que «quienes aparentemente eran los buenos» demostraron no serlo tanto. Uno de esos «momentos vergonzantes», relata en el capítulo 7 del libro, se produjo a raíz del bombardeo que sufrió la ciudad el 31 de agosto de 1936, tras el cual «un grupo numeroso de abulenses excitados, vociferantes y cargados de odio» se dirigieron «hasta la cárcel provincial, llenos de furia y con intención de matar a los presos políticos que allí se encontraban». De no haber sido por la «decidida oposición» de las fuerzas militares que custodiaban la prisión, apunta Belmonte con una pena vieja pero aún viva, «aquellos abulenses se hubiesen convertido en auténticos matarifes y aquel hubiese sido el día más nefasto y triste en la historia de la ciudad».
Sin perder nunca de vista el horizonte de que la principal riqueza de este libro está en que los hechos históricos que relata, a grandes rasgos conocidos por todos, llegan enriquecidos por el aporte de datos y detalles cercanos que regala un testigo presencial de los hechos, el lector se da un festín de anécdotas que recrean muy gráficamente esa intrahistoria que es siempre más elocuente (a veces también más cierta) que la Historia en mayúsculas. Su letra pequeña aporta mucho más para entender cómo vivió y sufrió Ávila aquellos terribles años que las grandes y hueras frases con las que luego se intenta resumir el mundo.
Y así da cuenta el historiador abulense de la intensa actividad en el campo de aviación que instalaron los soldados alemanes de la Legión Cóndor a los pies de Sonsoles (aeródromo que visitó José Belmonte en varias ocasiones por curiosidad), de cómo la violenta acción de los requetés en el funeral del capitán Peñas (5 de agosto del 36) rompiendo la bandera republicana llevó a la recuperación de la rojigualda como enseña oficial, de los muchos fracasos de los ‘nacionales’ en sus intentos de tomar Navalperal de Pinares hasta que finalmente lo lograron en octubre de 1936, de la conversión del monasterio de Santo Tomás en una academia de formación de militares «en la que mandaban los alemanes» o de la quema de libros ‘sospechosos’ de ideología marxista.
También relata cómo la Legión Cóndor tuvo su principal lugar de alojamiento en el Monasterio de Santo Tomás, «en cuyo recinto y para uso de los legionarios alemanes se instaló, en una de las aulas del Claustro de los Reyes, una capilla protestante»; y añade, con humor: «los de la ‘Cruzada’ y los propios dominicos, todos, hicieron oídos sordos a la instalación de esa capilla luterana; tanta lucha antiluterana comandada casi siempre por la orden de Predicadores, para ahora (entonces, me refiero) en su mismo templo dominicano tolerar y soportar el montaje de una capilla protestante».
Al campo de aviación que la tristemente célebre Legión Cóndor tuvo en la Cruz de los Llanos, entre el santuario de Sonsoles y el río Chico, dedica Belmonte un largo capítulo, por entender que la relevancia que para la guerra significó su larga y destacada presencia en nuestra ciudad tuvo mucha más importancia de la que se la ha dado habitualmente. Allí, explica, se llegaron a reunir hasta un centenar de aviones de guerra alemanes, desplazados por Hitler para «poner a prueba a su joven fuerza aérea y para que sus hombres adquiriesen experiencia» a modo de ‘tubo de ensayo’ de cara a la brutal ofensiva que estaba preparando en toda Europa..., e incluso deja caer la insinuación de que posiblemente desde aquí despegasen algunos de los aviones que el 26 de abril de 1937 bombardearon la localidad de Gernika.
Sin querer culpar ni exculpar a nadie de la tragedia de aquellos años, porque su objetivo no es juzgar sino contar con la máxima objetividad posible un relato que bien podría ser «una charla entre amigos contada con los ojos el alma», sí critica en varias ocasiones José Belmonte el «claro partido» que la Iglesia tomó por el bando franquista, «enrolándose a lo loco en una guerra que elevó nada menos que a Cruzada y permitiendo la mezcla de religiosidad y guerra» en vez de «al menos decir que había que parar aquella catástrofe», aunque asimismo quiere dejar claro que «aquellos hechos hay que verlos no en nuestros días, sino en los momentos en que se produjeron, y despojar así con buena voluntad de sus errores».
Especial mención merece la última parte del libro, una colección de fotografías de singular fuerza informativa –muchas de ellas, inéditas hasta ahora; todas, imágenes que concentran en su instante una historia magistralmente contada– que dejan constancia de cómo se vivía la Guerra Civil en la capital abulense, tanto entre la población civil (vida cotidiana, fiestas, mercado, procesiones, meteorología…) como entre la concurrida presencia de militares (por Ávila pasaron, entre otros, Franco, Mola, el «multimutilado Millán Astray» y José Antonio Primo de Rivera), colectivo entre el que destacó la presencia durante muchos meses de la Legión Cóndor.
En resumen, un libro muy interesante que aporta al general conocimiento sobre la Guerra Civil gran cantidad de particularidades de Ávila que ayudan a conocer mejor lo que sucedió durante aquellos años en los que el veneno, la estupidez y la ambición que se les fue de las manos a unos pocos acabó destrozando a todo un país. Y lo que a veces por miedo, a veces por intención de ocultar, a veces por ignorancia mal entendida, no se había podido o querido contar antes lo despliega ahora con gran lujo de detalles José Belmonte.
CASTELLANISTA QUE VIENES AL MUNDO (Juan Pablo Mañueco)
TODA FECHA QUE SE ESCOJA COMO "DÍA O FIESTA NACIONAL DE ESPAÑA" tiene mi repeto y celebración, pero ello no es óbice para no decir probadamente esta serie de verdades que aquí recojo...
miércoles, abril 21, 2021
V centenario de la derrota comunera en Villalar: la falsificación
Agencia FARO <agenciafaro@carlismo.es>
Para:Agencia FARO
mar, 20 abr a las 21:30
- V centenario de la derrota comunera en Villalar:
la falsificación
- Agenda: Celebración en honor de Ntra. Sra. de
Montserrat
- Gran Bretaña: Un pésame masónico
Valladolid, abril 2021. (Comunión Tradicionalista). El 23 de
abril de 2021 se cumple el V centenario de la derrota de
los Comuneros en la localidad vallisoletana de Villalar.
La denominada Comunidad Autónoma de Castilla y León ha organizado una serie de
conmemoraciones de dicha efeméride. Más allá de la exorbitante cantidad inicial
(alrededor de un millón de euros, según determinadas fuentes mediáticas) que
supone para las arcas públicas, puesta a disposición de un comité formado por
los paniaguados académicos de siempre, en el marco de una renqueante Fundación
(antes Fundación Villalar), a fin de sufragar proyectos de dudosa relevancia
(murales, cómics, teatro y hasta una ópera, incluido el obligado
congreso internacional), nos preocupa el sesgo ideológico de progenie liberal
(como ya se hizo en la conmemoración de las Cortes Leonesas, vinculándolas al
parlamentarismo liberal) en el cual se van a enmarcar las conmemoraciones (que
sin duda serán además escasas e irrelevantes por las limitaciones originadas
por la pandemia). Los carlistas de Castilla y de las
Españas, agrupados en torno a la Comunión Tradicionalista y sus círculos, por
el contrario, manifestamos hace unos meses la realidad y la verdad de aquel
acontecimiento histórico, que ahora resumimos como recordatorio.
1. Los hitos fundamentales del levantamiento contra Carlos I no sólo se
produjeron en ciudades y villas de la Meseta, lo cual induce a no poca
confusión sobre el alcance de la revuelta cuando, para su comprensión, se
aplican categorías modernas. Y es que la misma no se limitó ni geográfica ni
políticamente al territorio que hoy, tras dos siglos de revolución liberal,
identificamos con Castilla, sino que se extendió a lo largo y ancho de la
Península, como un movimiento patriótico, incluso cabría decir que nacional si
aplicamos este término en un sentido premoderno, de reacción contra las
directrices que los consejeros flamencos del joven Rey impusieron en la
gobernación de los diferentes reinos hispánicos, que entonces empezaban a
amalgamarse en torno a la Corona de Castilla. Produce lástima, por ello, que la
conmemoración de una efeméride como la batalla de Villalar se encuentre hoy
vinculada a la exaltación de un sentimiento regional, el castellano --es
"el día", la fiesta mayor, de la "comunidad autónoma" a la
que pertenece esta localidad castellana--, y que, al mismo tiempo, suscite el
rechazo, con igual ceguera localista, de buena parte de los ciudadanos que
viven en dicha "comunidad autónoma" --en este caso leoneses--,
desconociendo, los unos y los otros, que el significado de la revuelta comunera
les trasciende y se proyecta sobre todos los reinos de la antigua Monarquía
hispánica.
2. Un significado que no es el que le atribuyeron los historiadores
decimonónicos, para quienes se trató de una lucha --la primera-- contra el
absolutismo y en favor de la democracia, ni el que, ya en pleno siglo XX y como
antítesis de la interpretación liberal hasta entonces dominante, le asignaron
los ideólogos del franquismo, tan preocupados por exaltar una idea imperial que
creían realizada en la figura del Emperador Carlos V.
3. Los comuneros se levantaron contra una forma de gobierno que, con un marcado
sesgo personalista, amenazaba con violentar el esquema institucional de la
Monarquía hispánica. La revuelta constituyó la ocasión propicia para reclamar
una serie de reformas plasmadas en los "capítulos" comuneros que,
respetando la arquitectura institucional de los reinos, aspiraban a mejorarla.
No existe en tales capítulos una vindicación de derechos individuales como la
que, tres siglos más tarde, alumbrarían las revoluciones modernas. Por supuesto
que defendieron las libertades de su comunidad, pero sin convertirlas en
instancia de legitimación del poder político. La libertad defendida por los
comuneros se identificaba así con el bien común de los súbditos, que ellos
veían en peligro por los designios de quien precisamente tenía la función de
protegerlos.
4. Los éxitos militares y políticos del Emperador Carlos V --el Rey Carlos I--,
para los que siempre recabó y obtuvo el apoyo de los españoles, han sido
habitualmente esgrimidos, desde posiciones pretendidamente antiliberales, para
descalificar la oportunidad y justificación de la revuelta cuando, bien mirado,
son los mejores frutos de ésta. Tras la derrota de las Comunidades, el
emperador tomó plena conciencia de la importancia de los reinos peninsulares y
de la necesidad de contar con naturales de estos reinos para la gobernación de
sus dominios, comenzando un proceso de hispanización, no sólo personal, del que
luego sacaría provecho la Monarquía Católica de su hijo Felipe II.
5. En realidad, las glorias de la época carolina prueban la inconsistencia de
las interpretaciones habituales de la guerra de las Comunidades y, sobre todo,
de la ideología que las anima. Desmienten a los liberales que ven en ella una
primera revolución moderna, al quedar demostrado que la monarquía tradicional
hispánica contaba con contrapesos suficientes para corregir los excesos de sus
reyes --no en vano, la revuelta comunera fue uno de tales contrapesos, que
entronca con el derecho de resistencia al que tantas veces alude la literatura
política medieval-- y convertirse en la mejor de las formas de gobierno. Y
desmienten a los conservadores que atacan a los comuneros por haberse alzado
contra el orden establecido y que, al mismo tiempo, defienden una
"monarquía" parlamentaria o, en épocas pasadas, otras formas de
gobierno monocrático que son el resultado de la destrucción y disolución de
dicho orden.
6. En definitiva, el levantamiento de las Comunidades de Castilla sólo puede
ser comprendido y recordado cinco siglos después dentro de la lógica política
del régimen monárquico, del régimen que, para diferenciarlo de las formas
"monárquicas" de jefatura del Estado características de las democracias
liberales, denominamos monarquía tradicional.
martes, abril 06, 2021
lunes, marzo 29, 2021
lunes, marzo 22, 2021
domingo, marzo 14, 2021
sábado, febrero 20, 2021
“Segovia fue hacia la uniprovincialidad en legítima defensa” (Jesús Fuentetaja)
“Segovia fue hacia la uniprovincialidad en legítima defensa”
Entrevista a Jesús Fuentetaja Sanz, Jurista, investigador histórico y autor del libro ‘La Utopía de Segovia’
Marcelo Galindo -31 enero, 2021 - El Adelantado de Segovia.
Jesús Fuentetaja ante la estatua del comunero Juan Bravo. / N. Llorente
Aunando sus dos pasiones, la jurídica y la histórica, Jesús Fuentetaja Sanz ha puesto negro sobre blanco a uno de los momentos cruciales en la historia de Segovia, que fue el frustrado intento de conseguir la autonomía uniprovincial.
‘La utopía de Segovia’ es el libro que plasma el relato histórico escrito por un testigo presencial que vivió en primera persona el devenir de los acontecimientos que, en plena eclosión del sistema autonómico actualmente en vigor, estuvieron a punto de unir a la provincia en el mismo destino que otras como Santander, La Rioja o Murcia, pero los avatares y presiones políticas de la época frustraron este intento.
Editado por Librería Cervantes, el libro reúne datos, documentos e informes que desvelan las claves de aquellos hechos que ya forman parte de la historia de la provincia.
— Se ha escrito mucho sobre esta aventura uniprovincial que usted llama la “utopía de Segovia”. ¿Qué aporta este libro al conocimiento de este hecho?
— Sobre todo, lo que creo es que aporta información y un enfoque distinto al que se ha venido manteniendo hasta ahora. Porque los enfoques historicistas que se han hecho hasta el momento han sido basándose en las consecuencias de un proceso que muere con la declaración de autonomía, pero que viene de atrás.
Así, se han centrado en el hecho de por qué Segovia iba hacia la uniprovincialidad y la conclusión es que se encaminaba a un sitio a donde no se podía ir y que cuatro pelagatos como los segovianos pretendían ser algo distinto a lo que deberían ser, y han venido a decirnos lo equivocados que estábamos. El análisis académico y doctrinal ha sido ajeno a nosotros por personas que proceden del otro lado del Duero, y yo quiero aportar una visión desde dentro, de alguien que lo vivió asépticamente, porque en ese momento era un administrativo de la Diputación que por mi mano pasaron todos los documentos que tramitamos, y archivamos.
Ahora estamos donde estamos, no podemos salir de ello, pero tenemos derecho a conocer la historia y a contar la historia de porqué estamos aquí, basada en hechos reales, ciertos y contrastados.
En el libro cuento una anécdota sobre el acta del pleno de la diputación del 31 de julio de 1981 que acordó el inicio del proceso autonómico. En esa época las vacaciones de agosto en los funcionarios eran sagradas porque no había ‘moscosos’, y el secretario de la Diputación no contaba con el acta transcrita de las intervenciones del pleno, y hasta que no las transcribimos con un magnetófono de ocho pistas del que yo era encargado, no podía irse, pero se fue unos días después. El presidente de la Diputación preguntó por el acta y le dijimos que estaba sin terminar por las vacaciones del secretario y ordenó que nos trasladáramos a Pontevedra con un conductor en un largo viaje de varias horas en un ‘Supermirafiori’ hasta su lugar de descanso un viernes por la tarde, con el consiguiente enfado del secretario, que tuvo que validar el acta del pleno porque el lunes quería trasladarlo a los ayuntamientos, y quería tramitarlo cuanto antes para que no pasara el plazo de seis meses.
Cuento esto porque es un proceso en el que me comprometí personalmente por mi trabajo, y por ello poseo información básica, y siempre he tenido presente que tenía que hacer algo con esto, por mi formación jurídica e histórica. Llegué a pensar en hacer una tesis doctoral, pero este libro me ha dejado tranquilo porque he cumplido con algo que llevaba años pendiente.
— En el caso de Segovia, el inicio del proceso autonómico ¿fue una decisión provinciana o provincialista?
— Yo creo que fue una decisión provincialista. Uno de los objetivos era potenciar los municipios y las diputaciones. El abandono de los parlamentarios de UCD del Consejo General de Castilla y León se interpretó como una salida de pata de banco o una pataleta porque nadie salió a recibirlos en Burgos, pero lo cierto es que se hizo a una hora tardía y con retraso. Las relaciones venían desgastadas porque UCD en una asamblea general acuerda la aprobación de unos requisitos para participar en el proceso autonómico, que eran el respeto a la autonomía de los municipios, la potenciación de las diputaciones y el respeto a las comunidades de villa y tierra con principios de igualdad en la representación y solidaridad interterritorial entre las provincia. Con ello, estaban proyectando las bases de Segovia provincial, que ya pretendía una mancomunidad de diputaciones en 1919, que no era muy desencaminado con el informe de los expertos, aunque finalmente dan otras instrucciones que para nada se cumplieron.
La junta ha tratado muy mal a Segovia en este tiempo, la fidelidad de Segovia no ha sido correspondida por los gobiernos regionales a lo largo de la historia de la Comunidad
— Pero daba la impresión que Segovia remaba contracorriente en un proceso de eclosión del estado autonómico y como algo negativo.
— Y así era. Así sucede cuando te opones a quienes quieren imponer una decisión que no respeta la voluntad de adonde queremos ir. Segovia siempre ha sido parte de Castilla y la castellanía de Segovia no se ha puesto en duda en ningún momento, pero la Castilla histórica que estaba integrada en el Estado de las autonomías queda rota por todos los lados, y sus trozos se desperdigan hacia el norte: Santander y Logroño se van, Madrid queda solo, y eso rompe muchos esquemas que llevan a preguntarse por qué nosotros nos dejamos llevar a un sitio en donde no sabemos si queremos o no queremos estar, y teníamos la duda razonable de cual era la mejor opción para asociarnos.
De hecho, los acuerdos de la Diputación no era el de ir solos, porque el desarrollo autonómico era incipiente y muy distinto al actual modelo, y lo que pedíamos era tener transferencias y poder hacer pactos y acuerdos de colaboración, mantener una independencia para decidir, y después asociarte, pero nunca quedar solo. Así, Modesto Fraile, al defender la ley de integración dijo: “no hemos estado defendiendo la uniprovincialidad, que fue un paraguas que se puso para evitar que pactos políticos llevaran a Segovia donde la constitución prohibía que fuera”.
Finalmente no salió porque el Ayuntamiento de Segovia y su alcalde López Arranz se pasó al otro lado. En marzo de 1980 adopta el acuerdo de abstenerse de participar en este proceso, y un año después cuando la Diputación iba a iniciar el proceso autonómico, hubo un pleno municipal con una moción socialista para pedir a las Cortes de Castilla y León la integración de Segovia al amparo del 144, y López Arranz con otros tres concejales votaron a favor de ello, por lo que el acuerdo de la Diputación nacía muerto.
Fue una puñalada de pícaro o una puñalada trapera. El PSOE tenía una estrategia de partido y cumplía las instrucciones a rajatabla, y en UCD, antes de parlamentarios de partido eran parlamentarios de su tierra, y el propio Modesto Fraile se jugó su carrera política.
La estrategia del PSOE era presentar mociones en los grandes ayuntamientos para evitar la mayoría de los ayuntamientos y del censo. A Cuéllar se le puso entre la espada y la pared, lo que provocó una reacción entre los vecinos que no querían romper lazos con Valladolid, la izquierda se organizó un acto días previos en el cine la Muralla de apoyo a la integración, con la participación del Mester. Y hubo un revuelo tremendo que obligó al alcalde a retractarse de su decisión, y finalmente dio marcha atrás.
— De este modo, la lucha por la uniprovincialidad ¿fue una causa o una consecuencia?
— El proceso autonómico uniprovincial fue una consecuencia; a la uniprovincialidad se fue en defensa propia, en legítima defensa. Cuando se confirmó el informe de los expertos en 1981, que eran excelentes administrativistas, decidieron que el proceso autonómico no se podía parar, no había tiempo para meditar, y que pasaba de ser voluntario a ser obligatorio y que el que no se hubiese incorporado tenía que entrar por la fuerza.
Y cuando se inició el proceso autonómico, Segovia dijo ‘quietos y a esperar’, porque no sabíamos que nos interesaba más, si estar en Castilla y León, con Madrid o solos respetando nuestra identidad; el 143 daba cinco años para poder madurar esta decisión.
Después, el pacto UCD-PSOE determinó que Segovia tenía que integrarse a Castilla y León porque sí, y la UCD, a excepción de los oficialistas, dice que a la fuerza no, y por ello decidieron iniciar el proceso uniprovincial.
Segovia demandaba tiempo para pensar, no tenía claro si tenía que ir con Castilla y León o con Madrid. En 1976 hay un precedente con la creación de la comisión interadministrativa para la creación de una entidad económica y no política en torno a la región centro que incluía Madrid, Toledo, Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara, Ávila y Segovia con el fin de que los beneficios económicos de Madrid se expandieran en estas provincias, mientras que estas provincias aportan territorio; pero se quedó en agua de borrajas pero la gente en Segovia se quedó con ello.
Por razones históricas, hasta 1833 un tercio de la provincia de Madrid era de Segovia. Muchos ayuntamientos pertenecen ahora a la Comunidad de Villa y Tierra de Segovia, y lo llevan en su escudo, y en el escudo de la antigua provincia de Madrid está el acueducto de Segovia. El mercado segoviano va a vender sus productos a Madrid; las empresas y los empresarios tienen relaciones con en Madrid.
Es importante saber dónde está el cambio de ritmo en este proceso, y es el 23-F el que cambia el paso. Con ocasión del Golpe de Estado, para intentar calmar a los militares se les dijo que el proceso autonómico no iba a separar a las regiones sino que íbamos a pasar de un estado centralista a uno autonómico, y en ese sentido era café para todos. Lo que antes era un derecho se convierte en un deber por el interés nacional subyacente para garantizar que España no se va a romper.
Por ello, el tiempo de Segovia para reflexionar se terminó, y no pasó nada distinto a otras provincias como Almería, donde se inventaron una ley que sustituía la voluntad popular por lo que decidieran sus representantes.
El comportamiento de la Junta con Segovia se asemeja mucho al que tuvo Carlos V con los nobles comuneros que apoyaron a Juan Bravo
— Segovia nunca ha sido bien tratada por los gobiernos regionales en su historia. ¿Se nos pasa factura por este conflicto?
— Es posible. Yo a mis allegados les digo que el comportamiento de la Junta con Segovia se asemeja mucho al que tuvo Carlos V con los nobles comuneros que apoyaron a Juan Bravo, que no solo les quitó sus haciendas, sino que desmochó sus escudos de armas, dejando su marca.
La Junta ha tratado muy mal a Segovia en este tiempo, la fidelidad de Segovia no ha sido correspondida por los gobiernos regionales a lo largo de la historia de la comunidad.
En Burgos está la sede del TSJ, en León la del Procurador del Común y el Museo de Arte Moderno, en Palencia el Consejo de Cuentas, en Zamora el Consejo Consultivo y el Museo Etnográfico, en Salamanca está la filmoteca y en Segovia no hay ninguna, solo el centro ecuestre; no sé con qué sentido si para enseñarnos a ser jinetes o a ser montura.
¿Cómo nos hubiera ido a Segovia siendo uniprovincial? Yo tengo una formación jurídica e histórica, pero no tengo vocación de ser adivino, no lo sé, pero lo que sí que sabemos es cómo estamos ahora, cada segoviano debe pronunciarse si se considera bien tratado por la Junta.
Han venido muy poquitas cosas a Segovia e incluso instalaciones y edificios de la Junta que les llegaron del paquete de transferencias del Ministero de Cultura se han negado a Segovia.
— En la actualidad, hay partidos regionalistas o provinciales que tienen representación parlamentaria o incluso responsabilidades de Gobierno en sus regiones. ¿Esto sería posible en Segovia? ¿De qué dependería su éxito?
— Si lo hacen ahora y lo abanderan con proyectos como un segundo hospital o la radioterapia, no lo sé… no soy adivino, teniendo en cuenta los precedentes de dónde venimos y lo que nos está pasando. En Segovia nos dio fama la lana de las ovejas merinas, pero ahora los segovianos nos estamos comportando como borregos, vamos a donde nos llevan y con muy poca respuesta ciudadana, agachamos la cabeza.
La partitocracia parece que se ha roto para bien o para mal, pero no sé si habría mercado para todos. No creo que fuera una fuerza dominante pero podría tomar decisiones contando con ellos, como en el actual gobierno estatal. Una fuerza política seria, que no quiera vivir de la política, podría ser posible en un primer momento, pero entrarían en la dinámica de cualquier partido, me temo.
Castilla y León es una región basada en un hecho geográfico que es la cuenca del Duero, de Valladolid, que está en el centro, necesita que en su seno aflore un poder político que atraiga el económico y precisa de un amplio territorio donde ejercer el primero para administrar el segundo. Creo que no hay sentimiento regional castellanoleonés, o te siente castellano o leonés, y eso es un poco lo que está forzado desde Valladolid