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mar, 20 abr a las 21:30
- V centenario de la derrota comunera en Villalar:
la falsificación
- Agenda: Celebración en honor de Ntra. Sra. de
Montserrat
- Gran Bretaña: Un pésame masónico
Valladolid, abril 2021. (Comunión Tradicionalista). El 23 de
abril de 2021 se cumple el V centenario de la derrota de
los Comuneros en la localidad vallisoletana de Villalar.
La denominada Comunidad Autónoma de Castilla y León ha organizado una serie de
conmemoraciones de dicha efeméride. Más allá de la exorbitante cantidad inicial
(alrededor de un millón de euros, según determinadas fuentes mediáticas) que
supone para las arcas públicas, puesta a disposición de un comité formado por
los paniaguados académicos de siempre, en el marco de una renqueante Fundación
(antes Fundación Villalar), a fin de sufragar proyectos de dudosa relevancia
(murales, cómics, teatro y hasta una ópera, incluido el obligado
congreso internacional), nos preocupa el sesgo ideológico de progenie liberal
(como ya se hizo en la conmemoración de las Cortes Leonesas, vinculándolas al
parlamentarismo liberal) en el cual se van a enmarcar las conmemoraciones (que
sin duda serán además escasas e irrelevantes por las limitaciones originadas
por la pandemia). Los carlistas de Castilla y de las
Españas, agrupados en torno a la Comunión Tradicionalista y sus círculos, por
el contrario, manifestamos hace unos meses la realidad y la verdad de aquel
acontecimiento histórico, que ahora resumimos como recordatorio.
1. Los hitos fundamentales del levantamiento contra Carlos I no sólo se
produjeron en ciudades y villas de la Meseta, lo cual induce a no poca
confusión sobre el alcance de la revuelta cuando, para su comprensión, se
aplican categorías modernas. Y es que la misma no se limitó ni geográfica ni
políticamente al territorio que hoy, tras dos siglos de revolución liberal,
identificamos con Castilla, sino que se extendió a lo largo y ancho de la
Península, como un movimiento patriótico, incluso cabría decir que nacional si
aplicamos este término en un sentido premoderno, de reacción contra las
directrices que los consejeros flamencos del joven Rey impusieron en la
gobernación de los diferentes reinos hispánicos, que entonces empezaban a
amalgamarse en torno a la Corona de Castilla. Produce lástima, por ello, que la
conmemoración de una efeméride como la batalla de Villalar se encuentre hoy
vinculada a la exaltación de un sentimiento regional, el castellano --es
"el día", la fiesta mayor, de la "comunidad autónoma" a la
que pertenece esta localidad castellana--, y que, al mismo tiempo, suscite el
rechazo, con igual ceguera localista, de buena parte de los ciudadanos que
viven en dicha "comunidad autónoma" --en este caso leoneses--,
desconociendo, los unos y los otros, que el significado de la revuelta comunera
les trasciende y se proyecta sobre todos los reinos de la antigua Monarquía
hispánica.
2. Un significado que no es el que le atribuyeron los historiadores
decimonónicos, para quienes se trató de una lucha --la primera-- contra el
absolutismo y en favor de la democracia, ni el que, ya en pleno siglo XX y como
antítesis de la interpretación liberal hasta entonces dominante, le asignaron
los ideólogos del franquismo, tan preocupados por exaltar una idea imperial que
creían realizada en la figura del Emperador Carlos V.
3. Los comuneros se levantaron contra una forma de gobierno que, con un marcado
sesgo personalista, amenazaba con violentar el esquema institucional de la
Monarquía hispánica. La revuelta constituyó la ocasión propicia para reclamar
una serie de reformas plasmadas en los "capítulos" comuneros que,
respetando la arquitectura institucional de los reinos, aspiraban a mejorarla.
No existe en tales capítulos una vindicación de derechos individuales como la
que, tres siglos más tarde, alumbrarían las revoluciones modernas. Por supuesto
que defendieron las libertades de su comunidad, pero sin convertirlas en
instancia de legitimación del poder político. La libertad defendida por los
comuneros se identificaba así con el bien común de los súbditos, que ellos
veían en peligro por los designios de quien precisamente tenía la función de
protegerlos.
4. Los éxitos militares y políticos del Emperador Carlos V --el Rey Carlos I--,
para los que siempre recabó y obtuvo el apoyo de los españoles, han sido
habitualmente esgrimidos, desde posiciones pretendidamente antiliberales, para
descalificar la oportunidad y justificación de la revuelta cuando, bien mirado,
son los mejores frutos de ésta. Tras la derrota de las Comunidades, el
emperador tomó plena conciencia de la importancia de los reinos peninsulares y
de la necesidad de contar con naturales de estos reinos para la gobernación de
sus dominios, comenzando un proceso de hispanización, no sólo personal, del que
luego sacaría provecho la Monarquía Católica de su hijo Felipe II.
5. En realidad, las glorias de la época carolina prueban la inconsistencia de
las interpretaciones habituales de la guerra de las Comunidades y, sobre todo,
de la ideología que las anima. Desmienten a los liberales que ven en ella una
primera revolución moderna, al quedar demostrado que la monarquía tradicional
hispánica contaba con contrapesos suficientes para corregir los excesos de sus
reyes --no en vano, la revuelta comunera fue uno de tales contrapesos, que
entronca con el derecho de resistencia al que tantas veces alude la literatura
política medieval-- y convertirse en la mejor de las formas de gobierno. Y
desmienten a los conservadores que atacan a los comuneros por haberse alzado
contra el orden establecido y que, al mismo tiempo, defienden una
"monarquía" parlamentaria o, en épocas pasadas, otras formas de
gobierno monocrático que son el resultado de la destrucción y disolución de
dicho orden.
6. En definitiva, el levantamiento de las Comunidades de Castilla sólo puede
ser comprendido y recordado cinco siglos después dentro de la lógica política
del régimen monárquico, del régimen que, para diferenciarlo de las formas
"monárquicas" de jefatura del Estado características de las democracias
liberales, denominamos monarquía tradicional.