Castilla y León no es una región histórica
Me produce estupor e indignación el coro de voces de políticos y representantes de la cultura que, en estos días próximos al 23 de abril, nos cantan las excelencias de esta Comunidad Autónoma, a la que sin ningún pudor definen como región o entidad histórica.
La Comunidad de Castilla y León es simplemente el resultado de unas decisiones políticas, en las que el pueblo de estas nueve provincias no tuvo participación alguna. Para empezar ni es región ni por supuesto es una región histórica. No es una región natural, pues además de las tierras de la Cuenca del Duero con sus páramos y campiñas, lo conforma un cinturón de tierras montañosas y zonas llanas de otras cuencas hidrográficas como la del Ebro, Sil o Tajo. No es tampoco una región que posibilite una descentralización adecuada al progreso económico y a mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos, pues su descomunal extensión la inhabilita para ello. No es una región que se defina por una identidad o sentimiento compartido por sus ciudadanos, recientes encuestas lo demuestran. Tampoco es una entidad con raíces históricas, pues no existe ningún precedente de unidad política y/o administrativa que coincida con el ámbito territorial de esta Comunidad Autónoma; el que considere que exagero espero que lo demuestre con un mapa histórico en el que aparezca una entidad con los límites que ahora tiene la Comunidad Autónoma de Castilla y León.
¿Qué es Castilla y León?, el resultado de una clase de ingeniería política al servicio de unos intereses que se van desvelando poco a poco y que por supuesto no son los de la mayoría de los ciudadanos de estas nueve provincias; el resultado de la desmembración de la región histórica de Castilla La Vieja y la fusión de sus restos con las provincias de León. De esta forma se consumó la extinción de una de las regiones con más protagonismo en la historia de nuestro país.
José Ángel Amo
de Ciudadanos de Burgos por Castilla la Vieja
jueves, junio 12, 2008
Carta de CIBU a TC
Al Señor Marcos
Coincido plenamente con el artículo del Sr. Marcos, secretario de organización de Tierra Comunera, sobre la financiación autonómica. Es más, creo que tiene mucha importancia su toque de atención sobre los graves desafíos que tiene planteados nuestra tierra en un futuro próximo. También comparto su conclusión de un partido castellanista fuerte, que esté libre de las ataduras de los partidos estatales y que responda, de forma exclusiva, ante los ciudadanos de nuestra región. No obstante, el meollo de la cuestión es el concepto de Castilla que maneja el Sr. Marcos y su partido: un territorio inmenso que incluye desde el Valle de Mena hasta los confines de la región murciana, incluyendo la mayor parte de los territorios que, hasta hace tres siglos, conformaban la llamada Corona de Castilla; la cual, por otra parte, tanto desde el punto de vista jurídico como fáctico, lo mismo podría haberse denominado Corona de León o Corona de Galicia; esa Castilla de Tierra Comunera está formada por diecisiete provincias, más de la tercera parte del total de las españolas. Un partido que apuesta por ese ámbito territorial es casi un partido estatal, para este viaje no hacían falta alforjas. ¿Cree el Sr. Marcos, que una región castellana, como la que propone Tierra Comunera, tiene cabida por su funcionalidad y contenido simbólico en la España de las Autonomías o en la Europa de las Regiones?; creo que no. ¿Cuál es la finalidad de los procesos de regionalización en los que están inmersos la mayoría de los países europeos?: la creación de ámbitos de decisión más reducidos que el estado-nación actual, con una cercanía, no sólo física sino también emocional, a la ciudadanía; con capacidad para dar una respuesta rápida a los problemas y con las cuales el pueblo se sienta identificado. Creo que esa Castilla no cumple estos requisitos, ni tampoco los cumple ese engendro, en el que estamos integrados los burgaleses, que se llama Castilla y León. Llevamos veinticinco años de autonomía y no se ha avanzado nada; a los habitantes de las nueve provincias, la administración autonómica les resulta tan ajena como la estatal. Tal vez estemos aún a tiempo de corregir tamaño despropósito, de reconstruir una región a la medida de los habitantes de Burgos y otras provincias vecinas, de recrear la hoy desaparecida región histórica de Castilla, también llamada durante siglos Castilla La Vieja para diferenciarla de otros territorios que, por razones políticas o de prestigio, adoptaron el término, caso de Toledo-La Mancha (Castilla La Nueva) o Andalucía (Castilla Novísima). Cuando Tierra Comunera se convierta en un auténtico partido castellanista, habrá dado un paso de gigante para convertirse en ese partido regionalista fuerte que el Sr. Marcos demanda.
José A. Amo
Ciudadanos de Burgos
Coincido plenamente con el artículo del Sr. Marcos, secretario de organización de Tierra Comunera, sobre la financiación autonómica. Es más, creo que tiene mucha importancia su toque de atención sobre los graves desafíos que tiene planteados nuestra tierra en un futuro próximo. También comparto su conclusión de un partido castellanista fuerte, que esté libre de las ataduras de los partidos estatales y que responda, de forma exclusiva, ante los ciudadanos de nuestra región. No obstante, el meollo de la cuestión es el concepto de Castilla que maneja el Sr. Marcos y su partido: un territorio inmenso que incluye desde el Valle de Mena hasta los confines de la región murciana, incluyendo la mayor parte de los territorios que, hasta hace tres siglos, conformaban la llamada Corona de Castilla; la cual, por otra parte, tanto desde el punto de vista jurídico como fáctico, lo mismo podría haberse denominado Corona de León o Corona de Galicia; esa Castilla de Tierra Comunera está formada por diecisiete provincias, más de la tercera parte del total de las españolas. Un partido que apuesta por ese ámbito territorial es casi un partido estatal, para este viaje no hacían falta alforjas. ¿Cree el Sr. Marcos, que una región castellana, como la que propone Tierra Comunera, tiene cabida por su funcionalidad y contenido simbólico en la España de las Autonomías o en la Europa de las Regiones?; creo que no. ¿Cuál es la finalidad de los procesos de regionalización en los que están inmersos la mayoría de los países europeos?: la creación de ámbitos de decisión más reducidos que el estado-nación actual, con una cercanía, no sólo física sino también emocional, a la ciudadanía; con capacidad para dar una respuesta rápida a los problemas y con las cuales el pueblo se sienta identificado. Creo que esa Castilla no cumple estos requisitos, ni tampoco los cumple ese engendro, en el que estamos integrados los burgaleses, que se llama Castilla y León. Llevamos veinticinco años de autonomía y no se ha avanzado nada; a los habitantes de las nueve provincias, la administración autonómica les resulta tan ajena como la estatal. Tal vez estemos aún a tiempo de corregir tamaño despropósito, de reconstruir una región a la medida de los habitantes de Burgos y otras provincias vecinas, de recrear la hoy desaparecida región histórica de Castilla, también llamada durante siglos Castilla La Vieja para diferenciarla de otros territorios que, por razones políticas o de prestigio, adoptaron el término, caso de Toledo-La Mancha (Castilla La Nueva) o Andalucía (Castilla Novísima). Cuando Tierra Comunera se convierta en un auténtico partido castellanista, habrá dado un paso de gigante para convertirse en ese partido regionalista fuerte que el Sr. Marcos demanda.
José A. Amo
Ciudadanos de Burgos